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Con él el escándalo por Pilar Ferrer
Madrid- El día que Pepote Rodríguez de la Borbolla conoció a José Antonio Griñán, en sus años de presidente de la Junta de Andalucía, lo caló de plano: «Este paisano tiene cara de fresco». Con su habitual gracejo y su sempiterno abanico en los toros de La Maestranza, el que fuera antecesor de Manuel Chaves definió a un hombre que, en efecto, siempre ha ido a lomos de otro. Lo que se dice, en lenguaje coloquial, una especie de mamporrero, esbirro del protector de turno. El hoy aspirante a revalidar el gobierno andaluz, un político gris, ha jugado siempre sus cartas con maniobras encubiertas. Todo un segundón que llegó al primer puesto de refilón. Sus compañeros de Derecho le recuerdan en la Facultad como un chico bastante arisco, casi huraño, pero muy ambicioso. Ello le llevó a la política nacional como diputado en el Congreso, y ministro en dos ocasiones: de Sanidad y Consumo, y de Trabajo y Seguridad Social. Fue su gran patrón, Manuel Chaves, quien se lo recomendó a Felipe González, a pesar de las reticencias de Alfonso Guerra. Años después, no dudaría en traicionar al propio Chaves para sucederle en el liderazgo del socialismo andaluz. Su legado político es del todo desastroso. Nunca la Junta de Andalucía se vio salpicada por tal cúmulo de escándalos, ni el PSOE por tanta corrupción. En su huida siempre hacia adelante, en estos quince días de campaña, intentará todo tipo de juego sucio para frenar el bofetón electoral que se avecina. Su gobierno hace aguas por todas partes y refleja un lodazal político. Su última jugarreta –apuñalar a Rubalcaba para luego pactar con él–, revela la verdadera faz de un gobernante inane que no merecen los andaluces. Con él llegó el escándalo. Y con él ha de venir el verdadero cambio.
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