Literatura

Pablo Picasso

Escritores que abandonan

¿Por qué un novelista deja un texto? Un ensayo editado en Estados Unidos aborda esta cuestión, mientras algunos autores españoles aportan su experiencia sobre estos dolorosos abandonos.

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Después de cinco años, abandonó. Michael Chabon se rindió a la evidencia. La última frase que anotó en aquel manuscrito antes de arrojarlo al fondo de un cajón fue: «Un libro por sí mismo amenaza con matar a su autor repetidamente durante su composición». La novela, «Fountain City», jamás llegó a las librerías. ¿Qué conduce a un escritor a arrojar la toalla y rendirse ante la triste evidencia de que todos los esfuerzos que emplee son insuficientes para concluir un texto? ¿Cuáles son las razones que llevan a terminar una ficción y dejar otras a medias? Dan Kois intenta responder estas preguntas en el ensayo «¿Por qué los escritores dejan sus novelas», que se acaba de publicar en Estados Unidos. El autor recoge ejemplos de escritores famosos. Junot Díaz tampoco acabó «Dark America», una obra sobre mutantes que dio por imposible hace diez años; John Updike sólo escribió dos tercios de «Willow», y hasta el infatigable Philip Roth, que ahora publica a un ritmo casi anual, conoció esa impresión de zozobra y duda al principio de su carrera durante su intervalo más irregular, entre 1962 y 1967. «No sabía qué clase de escritor quería ser», ha dicho en ocasiones para excusarse por ese periodo de tanteos.


El pánico a no terminar
El propio Richard Price ha reconocido a Kois que en la década de los setenta echó a un lado dos obras: «The Tojo Table» y «Home Fires». Esta última después de redactar más de 300 páginas. «La fuerza motora era el pánico sobre no poder terminar una novela», confiesa. El caso más conocido es el del controvertido Truman Capote. Renunció a «Answered Prayers» y acabó liquidando el tema casi por fascículos en la revista «Esquire». A esa misma estratagema han recurrido algunos de los creadores ya citados. Chabon rescató el esbozo de su novela y ha publicado sus cuatro primeros capítulos en la conocida «McSweeney's».

Pero, ¿ocurre lo mismo en la orilla española de la literatura? Si Dan Kois constata cierta renuncia de los autores norteamericanos a hablar de este asunto, los españoles no sienten ese pudor y comentan de manera abierta este tema. Lo hacen con naturalidad, como algo inherente a su oficio, sin dramatismo ni, como dice Álvaro Pombo, usar palabras apocalípticas. Lo aceptan. Es uno de los inconvenientes con los que juegan y que siempre barajan. «Eso del bloqueo es un mito –advierte José María Merino en broma antes de contar su experiencia–. Hay páginas que cuajan y otras que no. Pero es cierto que hay textos que se resisten más que otros. No es una experiencia extraña». El escritor y académico de la Real Academia Española reconoce que con anterioridad ha dejado algún cuento inconcluso porque le resultaba imposible, una novela de la que llevaba «cien folios» y «un libro de viajes del que tengo muchas páginas».


La voz que se resiste
Las razones varían de uno a otro y nunca son las mismas. Una idea brillante con una estructura poco clara, una voz narrativa que se resiste o un punto de vista inadecuado para la narración. Álvaro Pombo ha pasado por ese trance. Se refiere a él con distancia, desgranando sus casos con humildad y sin darles demasiada importancia. «Una vez tuve una idea que me parecía divertida –apunta con jovialidad–. Una novela que llamé "La enamorada de Kant". Cuando había escrito casi un centenar de folios, dejó de hacerme gracia. La dejé. Por ahí anda. Es imposible saber dónde», explica. El interés es uno de los motivos que más influyen para el autor de «La cuadratura del círculo». «Las novelas no tienen un plan quinquenal. Es una ocurrencia seguida de imágenes, fraseos, y puede fundirse en otra cosa. Lo que me sucede en estos casos es que cambio de idea, se me cruza otra que me parece mejor». Y menciona «Doña Mercedes y la vida perdurable», un serial radiofónico que terminó pero que después no reconvirtió en novela o cuento. Pero, en su caso, existe un ejemplo más reciente y conocido. «Hice un blog de Obama cuando él ganó las elecciones de EE UU. Quería opinar en él sobre todos los aspectos de su legislatura. Tenía seguidores, pero lo dejé. ¿Por? Me costaba, era muy cansado, a mí no me daba para más».


La novela continua
No es la única vez que le ha pasado. Recuerda que hace años presentó al Premio Planeta una novela que no ganó. Su título: «El rey». «No me lo dieron, claro, pero después la retomé, la corregí de nuevo, pero también terminé dejándola. No es adecuado utilizar en estos casos la palabra fracaso. Creo que si no salen adelante estas obras es porque no están suficientemente planeadas y también porque se te ocurre otra cosa». Pombo aclara cuál es su proceso creador. «Es una especie de novela continua. Se inventan narraciones que se entrecruzan, unas se resisten y otras te dejan de interesar y se diluyen en otro argumento más vivo», señala.

La también académica Soledad Puértolas se ríe al escuchar la pregunta, el argumento del reportaje. «Claro que lo he vivido», y sigue riendo. «A veces comienzas a escribir porque piensas que tienes una buena trama, aunque está desorientada. Sigues a pesar de todo. Pasa el tiempo y no cuaja. Es una especie de decepción». Soledad Puértolas revela un aspecto interesante de este proceso: el empeño, la incapacidad para apartarse de un texto y pasar al siguiente. La renuncia. «Cuesta mucho comprender que te has equivocado, que algo falla y no lo acabas por comprender. Me pasó con una novela. No tenía título. Ahí quedó». Luego quita hierro. «Consideras que la idea era buena, pero que la has interpretado mal. Muchas veces he vuelto a rehacer estas obras. He dejado estas páginas en alguna carpeta y con el tiempo han dado pie a otra novela. Algunos títulos han salido de estos intentos. Por ejemplo, tengo un proyecto sobre un pintor de Zaragoza. Conozco su historia. Es una buena narración y sé que la tengo que sacar adelante». Pero la escritora extrae lecciones de las experiencias vividas y de ésta, también: «La principal es que no es fácil desarrollar una novela, hacer tuyo un personaje. Para mí, cuando una historia no funciona es porque no tiene suficiente autenticidad. No has encontrado la voz del personaje. Para mí, la literatura es siempre el personaje. Si te suena falso, si no consideras que es verdadero o no lo encuentras...». Los puntos suspensivos añaden las palabras que no pronuncia.

En la misma tesitura se ha encontrado un autor como Pablo d'Ors. Su primera novela fue rechazada. «Estoy agradecido», dice riéndose. Del volumen, de esas 350 páginas, afirma, puede que salven unas páginas, quizá un relato. D'Ors habla de una obra suya: «Lecciones de ilusión». «Muchas de las historias quedaron excluidas. No encajaron o tenían diferentes niveles de maduración». En su juventud, relata, se tomaba estos ensayos inconclusos con un sentimiento de frustración. Con la edad ha sabido asumirlos y los acepta con mayor serenidad. «La mayoría de las páginas que escribes no se publican. La experiencia más común es la de fracasar». Y lanza una frase propia que casi es un aforismo, un consejo para memorizar: «Una cosa es lo que el escritor quiere escribir y otra lo que la sabiduría quiere escribir».


Textos dramáticos
¿Ocurre lo mismo con otros géneros? El autor teatral José Sánchez Sinisterra habla de su experiencia y lo hace advirtiendo que sus vivencias son, casi con seguridad, plenamente diferente al resto de sus colegas. «Es bastante frecuente dejar una obra teatral a medias». El dramaturgo trabaja en varias obras a la vez. Esa capacidad le impide detenerse a examinar esa sensación de renuncia que en ocasiones sienten los novelistas. «Empiezas a escribir bajo unas circunstancias y coyunturas. Si se esfuman, siempre tienes otros proyectos». Pero también facilita una pista de lo que es abandonar: «En muchas ocasiones existe un conflicto entre lo que quieres explorar y lo que sale. No encuentras la forma y el contenido unidos. A veces puedes retomar esas historias más adelante, hasta cuatro o cinco años después de haberlas empezado. Para mí no es nada grave. Siempre tienes trabajos en los que involucrarte».
 


El detalle
CUATRO AUTORES ANTE EL PROCESO CREATIVO

Álvaro Pombo
«Hay textos que se resisten, que dejan de interesarme y acaban por diluirse en otras historias o ideas que me interesan más»
Soledad Puértolas
«Existen novelas en las que algo falla y no lo acabas de entender. ¿Qué ha pasado?, te dices, pero lo más difícil es abandonarlas»
José María Merino
«Para darle fluidez a ciertos libros tienes que esforzarte. La inspiración llega con el trabajo, dijo una vez Pablo Picasso»
Pablo d'Ors
«Tengo un centenar de cuentos escritos y sólo unos pocos publicados. Mi experiencia más común es fracasar»

 


Vila-Matas, una voz disconforme
Enrique Vila-Matas ofrece un punto de vista diferente. No está de acuerdo con el planteamiento del reportaje y aporta un motivo: «Hay un equívoco, porque a mí me parece que no existen las novelas completas. No existe la "novela acabada". Desde un punto de vista teórico, es un concepto inaceptable, ya que una obra va más allá del término que le da su autor: es el lector el que termina la obra y no el autor, es el lector quien pone a funcionar el texto, lo abre y lo interpreta en un proceso que no tiene fin. Ahora bien, entrando en lo que propone, suponiendo que haya obras que acabamos y publicamos y otras que se quedan a medio hacer y no publicamos, le diré que obras que se hayan quedado a medio hacer no tengo ninguna». Vila-Matas, no obstante, reconoce un hecho: «Cuando uno tiene 50 o 70 páginas de una novela, entra en crisis, tiene que plantearse qué está haciendo. Entonces sólo hay dos opciones: o dejar la novela, o insistir. Yo siempre insisto, me obsesiono y sigo, y al final logro salir adelante. Roberto Bolaño dejaba algunas porque tenía un sistema espectacular de escribir: hacía varias novelas a la vez, trabajó siempre varios libros al mismo tiempo». Después añade: «Nadie está obligado a seguir algo que no le guste y en ese caso lo mejor es dejarlo. Pero yo creo que si se ahonda en lo que se ha escrito se acaba sacando algo en claro y que es sólo cuestión de ganas de trabajar. La gente está hoy en día poco dispuesta a sacrificarse».