Barcelona

Mallorca: Parada en el Mediterráneo invernal

Una escapada a la capital de la isla balear en los meses de más frío permite al viajero descubrir los secretos mejor guardados de la urbe que en la vorágine veraniega pasan desapercibidos 

Mallorca: Parada en el Mediterráneo invernal
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En verano acapara todas las miradas y la isla se llena hasta colgar el «no hay habitaciones». Sin embargo, cuando el termómetro no es tan generoso la ciudad que acoge al visitante le espera tranquila y sosegada. Durante los meses de invierno, Palma de Mallorca ofrece su cara más tranquila.

Pasear entre las callejuelas del centro histórico de la urbe arropado por la suave brisa del mar que se cuela entre los rincones lleva al viajero a descubrir los secretos de la ciudad. Así, uno se encuentra con los pocos vestigios del paso de los musulmanes, los restos de los Baños Árabes. En realidad, es una pequeña sala de columnas con sus típicos arcos y techos abovedados donde se disfrutaba antaño de las bondades del vapor en el organismo. Junto a ellos, otro de los ejemplos es el Palau de la Almodaina, que abarcaba el espacio de la antigua ciudad romana que se convirtió en barrio áulico o palaciego, donde residía el poder bajo el amparo de la muralla romana, reparada y fortificada por los mallorquines musulmanes.

Además, también uno se puede encontrar los patios señoriales. Pequeños espacios dentro de las casas donde se cuelan los rayos de luz y que en verano sirven de refugio contra las elevadas temperaturas.

Quizás, quienes deseen dedicar al menos dos días a la ciudad de Palma, es decir, la típica escapada de fin de semana, deben gastar al menos media mañana en la Catedral –La Seu– y sus aledaños, el Palacio Episcopal y el Museo. El conjunto arquitectónico domina la mejor vista de la urbe. El templo, que se alza con señorío frente al mar, data de los siglos XV y XVI.
En el museo se exhiben magníficas y cuidadas piezas del patrimonio artístico de la iglesia mallorquina. No hay que salir de la catedral sin visitar la Capilla del Santísimo, que llevó a cabo el pintor Miquel Barceló. Además, desde el 26 de febrero y sólo durante unos meses, quedará a la vista el «tornaveu», una pieza que en su día diseñara el arquitecto Antonio Gaudí para el púlpito, y que fue hace años retirado.

A pie, también se puede disfrutar de la mezcla arquitectónica de la isla. Que del gótico de la catedral pasa al modernismo del edificio del Gran Hotel (hoy fundación cultural de La Caixa) o al barroco que muestra la fachada del Ayuntamiento. Aquellos que disfruten del arte militar, es obligatorio subir al Castillo de Sant Carles. Esta fortificación defensiva en el muelle de Portopí fue construida en el siglo XVII y Museo Militar donde se exponen piezas bélicas y militares características de la edad media hasta el siglo XX.

Para finalizar la visita, y deleitarse con la mejor vista de la ciudad merece un último esfuerzo el paseo hasta el Castell del Bellver. De estilo gótico y único en España por su planta circular, constituye uno de los edificios emblemáticos de la ciudad.

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