Asturias

Un desfile sobrio y austero con el mismo «espíritu» de unidad

Rajoy se estrena, sin abucheos, en su primer Día de la Hispanidad

Un desfile militar marcado por la austeridad y la ausencia de abucheos
Un desfile militar marcado por la austeridad y la ausencia de abucheoslarazon

Madrid- Los vendedores de banderas lo tuvieron ayer difícil. El espíritu de austeridad que marcó el desfile del Día de la Hispanidad pareció contagiar a los ciudadanos, reticentes a rascarse el bolsillo pero dispuestos a echarse a la calle para arropar al Ejército. El estreno de Mariano Rajoy en la festividad del doce de octubre fue poco lucido, con un menor despliegue de medios que otros años y un presupuesto mucho más ajustado que pasó de 2,8 millones de euros a 900.000. No hubo exhibición aérea ni acorazados ni blindados, sólo rodaron por el asfalto madrileño unos 50 vehículos ligeros. Sin embargo, los 2.600 soldados (400 menos que el año pasado) de los tres Ejércitos y de la Guardia Civil que tomaron parte en la celebración castrense pudieron sentir los gritos de ánimo del público que cuajaba los laterales del Paseo de la Castellana entre Atocha y Cibeles.

Lo más celebrado fue, de nuevo, el paso casi al trote (160 pasos por minuto) de un destacamento de legionarios. La Unidad Militar de Emergencias (UME) recibió también un reconocimiento especial por plantar cara a la ola de incendios que ha asolado el país este verano. A diferencia de las últimas ediciones, la llegada del presidente del Gobierno se produjo en silencio. No se escucharon los pitidos y abucheos que censuraron la presencia de Rodríguez Zapatero el año pasado. Pero Rajoy tampoco fue aplaudido. Los presentes reservaron esta gracia, aunque de forma bastante tibia, a la llegada de Sus Majestades los Reyes y a los Príncipes de Asturias. Don Juan Carlos pasó revista a las tropas vestido con el uniforme de capitán general de Tierra tras el izado de la bandera y el himno nacional.
El Monarca siguió en pie casi toda la parada dando muestras de un mejor estado general de salud. A falta de acrobacias y sin el paracaidista que en 2011 aterrizó con la enseña a los pies de la tribuna, el punto álgido del desfile fue el sobrevuelo de las avionetas de la patrulla Águila que dejaron la estela con los colores de la bandera. La falta de grandes efectos no pasó desapercibida, aunque el sentir general fue que no es momento de gastos supérfluos y sí de un patriotismo sobrio. Francisco, un economista de 47 años, constataba que «cada año viene más gente, parece que se ha perdido el miedo a gritar España bien alto». Un señor que no soltaba la mano a su hija pequeña aseguraba que «este es el momento de que todos permanezcamos unidos detrás de nuestra bandera». El órdago nacionalista planteado por Cataluña no parecía preocupar a un público entregado a las Fuerzas Armadas. Sólo un jubilado aseguró a este periódico que habría hecho falta una «mayor demostración de fuerza» para enviar un mensaje a los independentistas. Un grupo de Ceuta consideró que el acto fue «austero pero precioso porque se ha conservado lo esencial, el espíritu del Ejército». Poco después, en la recepción en el Palacio Real, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, opinaba algo parecido. La falta de grandes alardes «humanizó» una celebración que tuvo su cénit en el homenaje a los caídos en actos de servicio.