Comunidad de Madrid
Más que trinar canta
Canta la Traviata que Trinidad Rollan, condenada por prevaricación, por tomar una decisión a sabiendas de que era injusta, o aún peor ilegal, siga como número dos de los socialistas madrileños. Ese azote de corruptos llamado Tomás Gómez ha aplicado la ley del embudo y se ha quedado ante sus potenciales votantes en pelota picada. Frente a su insistencia por meter el dedo en el ojo de los populares madrileños por sus presuntas implicaciones en el cada día más desinflado «caso Gürtel», Esperanza Aguirre ha guardado un silencio más que prudente a pesar de que en el caso de la ex alcaldesa de Torrejón y sus mariachis del Consistorio no se trata de indicios o imputaciones sino de hechos probados. Si la distancia entre PP y PSOE en Madrid era ya importante, al saltar por los aires el efecto Gómez con su victoria en las primarias y su enfrentamiento de opereta con Zapatero, el 22 de mayo puede convertirse en sideral. Al final Gómez, que quiso ser trueno, se va a quedar en lamento. Sus discursos incendiarios contra la presidenta de la Comunidad de Madrid y todo su Gobierno, se han quedado en rescoldos después del manguerazo de agua helada que se ha autoaplicado al pasarse la decisión de los jueces por el arco del triunfo. En la sede central del PSOE, en la calle Ferraz, algunos se están partiendo de risa. No hace falta ser un lince para adivinar cómo José Blanco se dispone a degustar el plato frío de la venganza. Si la credibilidad es el problema de nuestros políticos, en el caso de Gómez ese problema se ha multiplicado por mil. ¿Con qué legitimidad puede don Tomás tronar contra su contrincante en materia de pureza de sangre? Con ninguna, y además su carrera política va a languidecer como la estela de las estrellas fugaces. En eso va a quedar, en un cohete de fuegos artificiales que tras su brevísimo esplendor desaparece sin dejar ningún rastro. Gómez, como otros dirigentes de su partido, han sembrado vientos en los últimos años y han creado un caldo de cultivo propicio para que ocurran cosas como las de Murcia. No deja de tener gracia que Zapatero ponga al Gobierno de Ramón Luis Valcárcel como ejemplo de seriedad por tomar las medidas de austeridad que ha adoptado, mientras cargos del PSOE han participado en el acoso de las últimas semanas sobre los consejeros y el domicilio del propio presidente regional. Ahora se rasgan las vestiduras por la reacción del PP tras la salvaje agresión sufrida por el titular de Cultura, Pedro Alberto Cruz, y se hacen los ofendidos. Claro que el puño americano lo blandía un descerebrado de los antisistema, pero mucha de la leña echada a ese fuego lleva la marca del PSOE. Las concentraciones intimidatorias ante las sedes populares y las agresiones como las sufridas por ministros de Aznar en la manifestación de Barcelona tras el 11-M existieron. Como existieron los SMS calentando a los partidarios y de paso también a los susodichos descerebrados. Al fin y al cabo quienes tienen que cuidar el gallinero son los inventores del «pásalo».
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