Artistas
Mi esquela
El martes recibí por mail la noticia de mi muerte. Vino por las alertas de Google y me informaba no sólo de mi fallecimiento sino también de la posibilidad de enviar una condolencia gratis a mi familia o encender una vela en mi propio honor. Menudo impacto. La verdad es que aunque mi nombre y primer apellido lucían en negrita, un segundo apellido marcado débilmente me anunciaba que la finada era otra mujer con peor fortuna. Recuperada del susto, investigué asombrada la página web y no sabía si reírme, pillarme un cabreo morrocotudo o qué. Las redes sociales han llegado a la muerte, amigos. Han llegado, supongo, con el fin acostumbrado de sacar dinero. Pero esto va más allá. Estas páginas te ofrecen rememorar al muerto como si no lo estuviera. Poner fotos, vídeos, mensajes. Verlo vivo cada vez que lo añores. Si nos comunicamos con los amigos y familiares por ordenador sin verlos apenas, ¿por qué no hacer un perfil intenso a nuestro difunto y así negar su desaparición? En esta sociedad en que la muerte es tabú, en la que no queremos saber nada de tristezas, en la que el sufrimiento se esconde como si fuese algo vergonzoso, sólo nos faltaba relacionarnos con los muertos por internet. Sé que no puede ser, que la vida implacable nos hace, más tarde o más temprano, experimentar a todos una muerte cercana; que la ausencia nunca podrá suplirla una fantasía, que el dolor no te lo quita nadie, pero sé también que sería mucho más hermoso y bueno aceptar plenamente la muerte y relacionarnos de forma más dulce con ella. Porque la esquela del otro día no era la mía. Pero algún día lo será.
✕
Accede a tu cuenta para comentar