El buen pulso de Encinar

Agustín González Acilu, navarro de 1929, se muestra en plena forma. Así lo hemos corroborado con la escucha del estreno de Clinamen, encargo de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas y de la Fundación Autor, un amplio fresco sinfónico coral escrito entre 2004 y 2007, que incorpora la voz de una soprano ligera coloratura, que ha de resolver infinidad de problemas de afinación, ataque, agilidades, e interválica. Desempeñó a conciencia esta labor, con una destreza indudable, Pilar Jurado.
Acilu se sirve de unos textos de enjundioso contenido, extraídos de las «Exhortaciones, Carta y Máximas capitales» de Epicuro de Samos, traducidos por Montserrat Jofresa y emplea un gran contingente orquestal, con abundante percusión y coro, que ha de silabear, declamar y abordar complejos pasajes contrapuntísticos y continuas imitaciones. Lenguaje a veces agresivo, atonal y disonante en buena medida. Considerando las características del texto, podríamos haber esperado un mayor servicio a lo sensual, a lo más «epicúreo» del texto.

Gran aliento
La batuta y sus conjuntos nos trasladaron una versión de gran aliento, quizá algo falta de ensayos. Solvente, con el lirismo preciso y la cantabilidad exigida, la «Canción del destino» de Brahms, con algunos ataques un tanto desabridos. Encinar ofreció como cierre una interpretación rítmica muy correcta, de tempi bien medidos, con sabia administración de «sforzandi», algo ruda y a veces desequilibrada en los planos, de la «Sinfonía nº 3, Heroica», de Beethoven, expuesta en todo caso con buen pulso.