Asia

Tokio

La peor crisis desde la II Guerra Mundial

El miedo está en el aire. A cielo abierto se extendería la radiaciónatómica si se produce una explosión descontrolada en los reactores nucleares de las centrales de Fukushima, Onagawa o Tokai, las tres afectadas por el terremoto. La idea atemorizaba ayer a la población del noreste de Japón, donde cada vez se toma más en serio la amenaza que se cierne sobre un pueblo que vive, en palabras del primer ministro, Naoto Kan, «la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial».

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Equipos de técnicos y operarios se esfuerzan para evitar que se rompa la armadura que protege los tres reactores más dañados de cuantos se quedaron sin sistema de refrigeración durante el seísmo.

La estructura, cuya integridad es vital para evitar la tragedia, podría ceder si sigue aumentando la temperatura del combustible en el interior. Se trataría de explosiones muy diferentes a la del sábado, cuando lo único que reventó fue el techo del edificio que recubre el resto de la instalación. En Fukushima ayer se continuó suministrando la receta de emergencia anunciada el sábado: agua marina enriquecida con boro para evitar que continúe el sobrecalentamiento y fijar los neutrones radiactivos.

Si todos los trabajos de contención fallan, se calcula que la nube tóxica tardaría seis horas, dependiendo de las condiciones climatológicas, en superar los veinte kilómetros de perímetro de seguridad trazados por las autoridades japonesas alrededor de la planta.

Mientras tanto, el Gobierno explicó que el riesgo de las fugas y las emisiones controladas del sábado no suponen una amenaza para la salud pública. El viento, esta vez, jugó a favor, arrastrando hacia el océano, y no tierra adentro, las radiaciones. Con todo, hubo miles de evacuados y decenas de personas fueron sometidas a controles, en espera de ulteriores análisis. También se repartió yodo entre la población más expuesta para disminuir el riesgo a un cáncer de tiroides.

La población es cada vez más escéptica ante los mensajes de su Gobierno, que son percibidos como contradictorios. Y es que, al tiempo que se insiste en que la situación está bajo control, se rebelan nuevos datos alarmantes. El portavoz gubernamental, Yukio Edano, aseguró ayer que se temía que se hubiese iniciado un proceso de fusión del núcleo en al menos uno de los reactores de Fukushima, algo que, dijo, no se puede confirmar todavía porque resulta imposible verificar lo que sucede dentro del armazón de acero. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) incidió en que podría haberse iniciado una fusión parcial.

La temperatura, agregó acto seguido, había ascendido hasta niveles preocupantes. La Compañía Eléctrica de Tokio (TEPCO) informó de un aumento del nivel de radiactividad en la planta nuclear de Fukushima-1.

A lo largo del día se hizo saber que los sistemas de refrigeración en las centrales de Onagawa y Tokai (esta última a 120 kilómetros del norte de Tokio) también estaban fallando. Por la noche, sin embargo, la Prensa informaba de que en estas dos plantas la situación se estaba normalizando. Los técnicos afrontan la dificultad añadida que supone trabajar en un área completamente devastada, en la que las infraestructuras de transportes han quedado muy dañadas, el abastecimiento de electricidad se ha suspendido en enormes áreas, y empieza a producirse un severo desabastecimiento de combustible, alimentos y agua potable.

Por si fuera poco, todo el día se sucedieron ligeras réplicas, que hacían temblar los edificios y tintinear las lámparas. Interrogados cada media hora en la televisión, los expertos aventuraban los posibles escenarios de la crisis, intentando rebajar la tensión. Al parecer, si se superan estos días críticos, el riesgo tenderá a reducirse gradualmente, hasta alcanzar la normalidad, aunque los reactores afectados quedarán inutilizables y se abriría un debate sobre cómo desmantelarlos para desactivar riesgos futuros. Se trataría del mal menor. El primer ministro, Naoto Kan, en su mensaje televisado explicó también que el país tendrá que afrontar cortes de electricidad, que se harán sentir incluso en Tokio. Pidió que se ahorre toda la energía posible, no sólo para el uso civil, sino en las plantas industriales.

Cerca del 30% de la electricidad que consume Japón proviene de las centrales nucleares y en estos momentos se generan 10 millones de kilovatios menos de lo habitual. Japón es un archipiélago, por lo que cualquier abastecimiento desde el extranjero supone una complejidad añadida.