África

El Cairo

El Ejército en la calle ante la impotencia de Mubarak

Hosni Mubarak lo intentó todo ayer para aplacar la imparable ola de protestas que se le venía encima a su Gobierno. Comenzó el día ordenando un «apagón» total de las redes de internet y de telefonía móvil. El presidente egipcio terminó sacando el Ejército a la calle, ante la impotencia de la Policía antidisturbios –superada por la magnitud de las manifestaciones contra el Gobierno– para hacer cumplir el toque de queda decretado horas antes por el Ejecutivo en todas las ciudades del país.

Protestas en Egipto
Protestas en Egiptolarazon

Sin embargo, de nada sirvieron todas estas medidas. Decenas de miles de egipcios, que comenzaron a manifestarse nada más terminar el rezo del mediodía en las mezquitas, desafiaron durante todo el día a los antidisturbios. En Suez, Alejandría, Ismailia o El Cairo se produjeron duros choques cuyo resultado, al cierre de esta edición, era de 29 muertos, 1.030 heridos y más de 300 detenidos.

Los manifestantes cumplieron sus promesas de que este viernes iba a ser un día histórico y que marcaría el punto de inflexión, después de tres días de protestas que comenzaron el martes. Al grito de «Alá es grande», rezaban agachados sobre el asfalto frente a los policías, asfixiados por los gases lacrimógenos. El aire era irrespirable en todo el centro de El Cairo, donde los manifestantes levantaron barricadas, quemando coches, y donde los agentes no dejaban de cargar sin miramientos para evitar que llegaran a la Plaza de Tahrir, el corazón de la ciudad, como hicieron el martes.

En medio de una de estas concentraciones, el premio Nobel de la Paz y ex director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Mohamed el Baradei, soportó los gases lacrimógenos y las mangueras de agua a presión antes de ser «retenido» por la Policía, a pesar de la oposición de sus seguidores. Finalmente El Baradei acabó bajo arresto domiciliario.

A pesar de la dureza empleada por la Policía para contener a la marea humana que reclamaba el fin del régimen de Mubarak, los manifestantes se mantuvieron firmes en las calles hasta bien entrada la noche. Entre tanto, el balance de destrozos resulta aterrador: decenas de coches patrulla calcinados, comisarías incendiadas, sedes políticas en llamas y saqueadas.

Los protestantes intentaron incluso asaltar la sede de la televisión oficial, pero unidades militares desplegadas desde primera hora de la tarde, tras la retirada previa de los antidisturbios, se encargaron de repeler a los asaltantes.

Precisamente la llegada de las unidades militares al centro de la capital había sido saludada por los manifestantes con gritos de júbilo, al identificarlas como propias, aunque posteriormente se emplearon a fondo en la defensa de los edificios oficiales cuya custodia les había sido encomendada. A la hora de cierre de esta edición, la situación seguía siendo incierta, ya que muchos civiles no se habían retirado a pesar de la presencia de los uniformados y los continuos llamamientos a cumplir con el toque de queda. Las calles de la capital egipcia seguían anoche en ebullición en una repetición, corregida y aumentada, del «Día de la Ira». Dos ancianas se tapaban la boca con un pañuelo y con ojos llorosos decían que «este régimen tiene que caer».

En cafeterías y talleres del centro de El Cairo, los que no tuvieron el valor de participar en las protestas seguían atentamente por televisión la batalla campal que tenía lugar junto al Hotel Ramses-Hilton, donde los heridos yacían en la recepción y en los jardines. El régimen parece moribundo, pero depende de los militares.