
Castilla-La Mancha
En estado puro

En el ecuador de la campaña, hay un Zapatero insolente y un Rajoy prudente. El primero, instalado en una retirada sin irse, vuelve a sus orígenes radicales. Es el Zapatero en su estado más puro, el que da alas a ETA y permite a su brazo político retornar a las instituciones, con el posible control del censo y el dinero de las diputaciones forales. Es quien anuncia una ley de muerte digna, disfraz de la eutanasia, invoca mejoras sociales, ignorando su duro ajuste, e insulta al adversario. Hete aquí el dulce piropo de «bellacos» hacia el PP. Todo vale con tal de movilizar a la izquierda en aras de una remontada electoral. En frente, Mariano Rajoy también exhibe pureza de carácter. Sabedor de su fiel votante, el esfuerzo se concentra en atraer al indeciso. De ahí su exquisita sutileza al hablar de Bildu, en un calculado juego equilibrista: es preciso condenar a ETA y sus secuaces, sin desanimar a las víctimas del terrorismo. Para el PSOE sería todo un regalo que el PP rompiera el pacto con los socialistas vascos. Un flanco fácil de ataque contra esa derecha cerril que zanja con habilidad el eslogan popular «Centrados en ti». Allá donde va, Rajoy insiste en el discurso económico que, a tenor de las encuestas, le favorece. Y un apasionante feudo, Castilla-La Mancha. Territorio a conquistar por el PP, del que los socialistas han hecho su bandera final. Aunque los populares arrasen en el resto de España, el PSOE interpretará como éxito propio y derrota de Rajoy que la dama Cospedal no gobierne. Se prevé un ardiente duelo final entre la demagogia de unos y la seriedad de otros.
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