Crítica de cine
Malas calles
Dirección, guión y fotografía: Koen Suidgeest. Música original: Martin Rasskin. USA/España/ Países Bajos/Bélgica/Nicaragua. Duración: 90 min. Documental.
Viven fuera, no tienen casa, y los vientres de casi todas, niñas aún, están indefectiblemente abultados. Unos letreros al final del documental con el que debuta en la dirección el también guionista Koean Suid-geest, recuerdan que casi 75 millones de mujeres adolescentes viven a nivel mundial en la calle. Y que la mayoría tendrán cuando menos un hijo antes de cumplir los 18 años. Aunque sus parejas estén en la cárcel o muertas o desaparecidas o no recuerden cómo se llaman. Entre esas jóvenes se encuentra Sujeylin Aguilar, que está a punto de tirar la toalla hasta que se queda embarazada y decide tener al bebé y seguir luchando. Y mientras duerme en un pequeño parque de Managua y la cría no deja de llorar. Hay demasiadas lágrimas en las aceras siempre. La cámara de Suidgeest se pegó extasiada a la historia de Sujeylin y Karla tres meses antes del nacimiento de ésta y la abandona al celebrar su primer cumpleaños. Y no quiere que nadie le robe ningún detalle, por triste que sea. En medio de ambos puntos, la rutina de una realidad durísima, miserable: la existencia diaria y, con suerte, en habitaciones cochambrosas, que alguien tiene el valor de alquilar porque alguien, desesperado, va a pagarle; la pelea turbia entre dos mujeres, la comida entre la basura y una desesperación que nunca necesita de palabras. A veces, sí.
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