Tokio

Los cuatro magníficos

Liceo de CámaraObras de Haydn, Beethoven y Mozart. Solistas: Cuarteto de Tokio y Sabine Meyer (clarinete). Auditorio Nacional. Madrid.

Sabine Meyer acompañó al Cuarteto de Tokio (arriba)
Sabine Meyer acompañó al Cuarteto de Tokio (arriba)larazon

Hay conciertos a los que es un pecado faltar. Uno de ellos fue el que se ofreció dentro del ciclo Liceo de Cámara, con el siempre ejemplar Cuarteto de Tokio, al que se unía el importante reclamo de Sabine Meyer, aquella clarinetista que Karajan lanzó a la fama al imponerla como primera mujer en la mítica Filarmónica de Berlín en 1982. Aquella revolución tuvo consecuencias para el propio director, iniciándose o profundizando el desencuentro entre orquesta y maestro. Era una tarde de grandísima música, pues en la Escuela Reina Sofía y en presencia de Su Majestad, tocaba Vadim Repin junto a Itamar Golan la «Sonata Kreutzer» beethoveniana, bautizándose una de las aulas del centro con el nombre de «Yehudi Menuhin». Cada una de las tres obras escogidas mantiene en alguno de sus movimientos la forma de «variación» a la que el ciclo rememora en esta edición. Así el «Cuarteto Op.77, n.2» de Haydn, en cuya cadencia, dentro de la segunda variación del último movimiento, se lució Martin Beaver, el primer violín. También el «Cuarteto en re mayor, Op.8» de Beethoven incluye variaciones en su movimiento final, que de forma abierta se denomina «Allegretto con variación».

Ocasión magnífica para que cada uno de los cuatro componentes del grupo desplegasen los equilibrios de peso y color que la obra demanda. Pero el fin de fiesta era el «Quinteto con clarinete en la mayor K.5812 de Mozart. ¡Qué placer la forma de resolver las seis variaciones del último tiempo!

No se puede tocar mejor. Meyer, elegante en las formas y en el fondo, con su sonido aterciopelado como acariciando las notas, poniendo expresividad al trabajo de un Cuarteto de Tokio en el que se admira su entrega y perfección virtuosa, amén de compenetración, por encima de la emotividad. Hace nada los cuatro dedicaban su recital a la Segunda Escuela de Viena con la misma e idéntica perfección. ¡Pueden con todo!