Estados Unidos

Injustos ataques a Aznar

La Razón
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En los últimos días, el ex presidente del Gobierno y presidente de la Fundación FAES, José María Aznar, está recibiendo unos ataques desmesurados, y casi se podrían tildar como histéricos, por parte de dirigentes del Partido Socialista, carentes de un mínimo rigor y sostenidos en la demagogia. La primera y última razón es que, a diferencia de la coalición internacional que está al frente de las operaciones militares contra Libia, Aznar no se abraza a ambigüedades y tiene muy clara la situación geopolítica sobre la que gravita el régimen de Gadafi y la forma de neutralizarlo.

El pasado lunes, José María Aznar afirmó lo evidente aunque en la actual coyuntura internacional asumirlo resulte incómodo: en 2003, cuando Gadafi vio «lo que le pasaba a un dictador peor que él» –el ex presidente se refería a Sadam Hussein– quiso cooperar con la comunidad internacional, lo que finalmente ocurrió. También estuvo acertado al indicar que el dictamen de las Naciones Unidas «no autoriza a acabar y a quitar del poder a quien amenaza y bombardea a las víctimas civiles», por lo que cabría la posibilidad de extender esa resolución, porque si no se suprime la causa –que no es otra que los ataques de las tropas de Gadafi– que crea las víctimas, éstas seguirán existiendo. Y tampoco erró al decir algo que sin duda es hiriente para los socialistas: Ben Ali y Hosni Mubarak –a los que sus respectivos pueblos echaron del poder por su forma despótica de gobernar– eran miembros de la Internacional Socialista. Por opiniones como éstas, y otras de índole económica, los socialistas han tachado injustamente a Aznar de antipatriota, cuando lo más patriota sería, como él ha hecho, decir las verdades y ejercer la autocrítica como español, aunque no sea políticamente conveniente para los que están gobernando.

José María Aznar no se ha impuesto el silencio y no debe hacerlo, puesto que su opinión sobre la política interna y externa de España tiene que ser objeto de consideración y de respeto, precisamente por su condición de ex presidente y la experiencia que acumuló en sus años de mandato, por cierto, los más prósperos de la historia de España. Uno de los déficits de nuestra democracia, y que lejos de solventarse se ha agudizado a lo largo de los años, es el trato que reciben los ex presidentes de Gobierno por parte de sus sucesores y de los partidos que los sustentan. Esta campaña de descrédito a Aznar por parte de los socialistas sería impensable en países de larga tradición democrática como Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Aquí, en vez de escucharlos y ponderar sus puntos de vista, los echamos por tierra cuando no les acusamos directamente de injerencia y de ir en contra de los intereses de nuestro país. Es un grave error y dice muy poco de la madurez democrática de muchos de nuestros dirigentes. Sólo hay que ver lo que está ocurriendo esta semana: Aznar habla y los socialistas salen en tromba con calificativos insultantes y acusaciones veladas sin ningún fundamento a falta de argumentos de peso con los que rebatir las opiniones del ex presidente del Gobierno.