Marbella

Todos somos Lucky Strike

La Razón
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A tenor de las celtibéricas escenas del país, hay más posibilidades de que triunfe una huelga contra la ley del tabaco que una huelga general. Será porque se puede vivir con lo puesto y sin subsidios, entre un arrabal y un faubourg, pero en frío no: que no falte el tabaco, pero más que nada, que no liquiden mis costumbres. Verbigracia, la mitológica figura del carretero, siempre sin blanca pero nunca sin un pitillo entre los dedos. Total, un hombre siempre ha sido sus costumbres por el día y sus vicios por las noches, aunque sólo sean unas pocas noches. Al cabo, con el exilio a la calle del señor Lucky Strike se cumple la confesión de crooner derrotado de Frank Sinatra. En mitad de un concierto, mandaba parar la orquesta y alguien aparecía con un bourbon en la mano: «Jack Daniels –decía susurrante ante la multitud–, éste es el único amigo que no me ha fallado jamás». Para atender el nuevo anecdotario de rubio americano, se propone cerrar el telediario con un mapa de bares y restaurantes, una geografía de broncas, conatos, rebeliones de barra y dos tintos con limón. Esta reacción doliente y crapulosa nos da la medida de lo que realmente somos, de lo que nos importa. Y debe ser realmente importante adorar a este dios de las pequeñas cosas, entre las que están el tabaco y ya lo que cada uno quiera decir en su caso. Debe ser esto de tal importancia, que desde la resistencia de un tabernero como el de Marbella se puede llegar a revisitar el prestigio de resistencia ante el atropello de Manolita Malasaña.