Agencia Espacial Europea

España con la antena puesta en Marte

Hoy despega el todoterreto de la NASA con dos dispositivos «made in Spain»

Con la antena puesta en Marte
Con la antena puesta en Martelarazon

«Miradme sentado en lo alto del cohete Atlas V que me llevará a Marte», explicaba en su perfil de Twitter Mars Curiosity. Esta tarde sale desde Cabo Cañaveral y hasta agosto de 2012 no pisará suelo marciano: recorrerá 350 millones de millas.

El gran desafío de Curiosity, el «rover» del proyecto del Laboratorio Científico de Marte (MRL), no sólo será «seguir la estela» del agua en el planeta rojo como hicieron sus antecesores; el Spirit y el Opportunity, sino estudiar la composición de su superficie. «Marte cumple todas las condiciones para haber podido albergar vida microbiana, por lo tanto, el próximo objetivo es la búsqueda de carbono, fundamental para la vida por su habilidad para formar moléculas complejas. Curiosity no sólo buscará este carbono sino también hábitats donde esta vida se hubiera desarrollado», explica Fernando Abilleira, ingeniero español de NASA Jet Propulsion Laboratory. El interés por recoger muestras que corroboren su habitabilidad ha determinado el lugar de aterrizaje: el interior del cráter Gale, la segunda región más volcánica del planeta. Allí, los científicos estiman que pudieron existir varios lagos.

La precisión de su lanzamiento y aterrizaje es imprescindible. «Un pequeño error, dependiendo de cuál sea, puede significar el fracaso de la misión», explican desde la agencia norteamericana. El martes, la NASA anunció que posponía un día la salida al espacio del Atlas V sin motivo aparente. Más tarde conoceríamos que el retraso se debía a un problema en una de las baterías responsables del sistema de seguridad del carguero. La remplazaron y todo quedó en una anécdota. Si no se hubiera detectado el error, la misión se hubiera lanzado probablemente sin consecuencias, aunque debe ajustarse a la ventana de lanzamiento (espacio de tiempo durante el que se puede alcanzar la órbita deseada).

La misión de Curiosity durará un año marciano (dos años terrestres). Entre los instrumentos que integra este laboratorio figuran dos dispositivos españoles: una estación meteorológica (REMS) diseñada por el Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) y que medirá la humedad del suelo, la acumulación de polvo y la radiación ultravioleta, entre otras funciones. La segunda aportación española es una antena de alta ganancia con la que el vehículo se comunicará con los centros de investigación terráqueos. Los primeros datos se esperan a finales de agosto de 2012.

Se considera una expedición muy compleja no sólo por su lanzamiento la fase de entrada, descenso y aterrizaje también representa un gran reto. Transcurridos los nueve meses de travesía y a medida que el «rover» se aproxime a la superficie marciana, utilizará una nueva fórmula de descenso: caerá balanceándose en una especie de cuna. Esta fase es conocida entre los científicos como «los siete minutos de terror». Durante estos 420 segundos, el vehículo tiene que reducir su velocidad. Pasa de unos 20.000 km/h hasta alcanzar menos de tres. Como la atmósfera marciana no es lo suficientemente densa para reducir la velocidad para un descenso únicamente propulsado, el vehículo cuenta con un paracaídas que se despliega al alcanzar la velocidad Mach 2 (1.600 km/h). «Una vez que el ‘‘rover'' alcanza velocidades subsónicas, el escudo térmico se desprende. Cuando descienda a una altura de 1,6 km, y una velocidad de 320 km/h, la fase propulsora y el aparato se separan de la cápsula; al mismo tiempo, los retrocohetes son activados para decelerar el vehículo aún más», explica Abilleira. Todos estos pasos, incluido el último: tocar tierra; lo ejecuta el «rover» de forma autónoma ya que la señal llega a la Tierra con 14 minutos de retardo. «Cuando nos lleguen los primeros datos de telemetría, esta fase ya habrá terminado», dice el ingeniero.

 

Un infrarrojo español llegará en 2014
Los investigadores españoles no quieren quedarse atrás en la carrera espacial. Uno de ellos es Fernando López, catedrático de Física de la Universidad Carlos III de Madrid y director del laboratorio de infrarrojos del centro (en la imagen). Es el promotor de un sensor infrarrojo que medirá el polvo en suspensión de Marte. «Pesa menos de 45 gr e irá integrado en Precursor, el primero de una constelación de satélites que se instalarán en Marte a partir de 2014», explica el catedrático. Será un dispositivo inmóvil que busca medir la atmósfera baja del planeta rojo. «El polvo es un elemento esencial para medir la temperatura de Marte ya que allí no existen apenas gases», añade. López y su equipo, alrededor de 12 científicos, trabajan en el prototipo desde hace tres años en colaboración con la empresa de ingeniería Arquimea y recibe financiación del Plan Nacional de Investigación del Espacio: alrededor de 300.000 euros.