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Emigrantes ilustrados por Josep Maria Rañé

La Razón
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La literatura sobre los jóvenes con estudios que salen al exterior a buscarse un empleo empieza a ser preocupante. Hay más valoraciones cualitativas que información cuantitativa. Ni por número, ni por circunstancias, esto no es una nueva versión del «¡Ven a Alemania, Pepe!». A pesar de ello, crece de forma exponencial una dimensión mediática negativa del tema. En ello influye que una parte de esos jóvenes son los hijos, sobrinos o nietos de personas con capacidad de crear y transmitir opinión, y que la emiten basándose en apreciaciones personales o afectivas. Al substraerse de esa subjetividad aparecen otras visiones posibles.

Como país nos descapitalizaremos si salen más jóvenes formados que entran, pero no está documentado que eso sea así. Los jóvenes, y no tan jóvenes, bien formados que recalan en nuestras empresas no hacen «ruido mediático», pero están y son más de lo que parecen.
En todo caso, en un mundo cada vez más abierto, ese riesgo no se evita protegiendo a los retoños, sino haciendo lo contrario. Hay que formarlos mejor para que puedan moverse por el resto de Europa y el mundo, y hay que conseguir que empresas y administraciones inviertan en políticas de retención y captación de talento.

Si es positivo que la juventud practique la cultura de la superación, el esfuerzo y la asunción de un riesgo razonable, ¿por qué se lanzan mensajes negativos sobre una experiencia que los formará? No será porque no creemos lo suficiente en ellos y queremos que su futuro sea el que les hemos preparado y no el que ellos se construirán con su esfuerzo.