Feria de San Fermín

Puerta grande sin devoción

A eso de las nueve ya sabíamos que la puerta grande de Madrid volvería a abrirse. César Jiménez había sumado el número mágico que le da el rumbo a la calle de Alcalá. Dos orejas. Una y una. En el quinto, el definitivo, sacó el presidente el pañuelo verde y salió un sobrero de Carmen Segovia que se desplazó, con menos clase y algún derrote.

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Pero había faena. En ésta estuvo Jiménez más fino, por debajo de la pala salía el engaño. La suerte le había mirado de cara toda la tarde, como diciéndole ahora o nunca. Y el madrileño hiló la faena para atar el trofeo. Centrado, templado y una estocada de rápido efecto le concedió la oreja y la gloria. Detrás de ese premio, se abría de par en par la puerta grande. Por ahí llegaron algunas protestas. La tarde se había quedado liviana. No hubo alboroto, devoción ni se resquebrajaron las pasiones para Madrid romperse y llevar a hombros al torero. Nos quedamos tibios en el segundo. "Rodalito"nos puso a pensar. Fue el toro de la tarde. "Peñajara"para montar una ganadería. Presto en el caballo, largo en el capote.

Cantó pronto la inmensa aventura que estaba por llegar: calidad extrema, boyantía, entrega sin límite, humillado en una embestida infinita. ¡Cómo acudía al natural! Una belleza el toro en sí mismo. César Jiménez supo lo que tenía delante y brindó al público. Comenzó de rodillas con pases por alto y en el tercio quiso resguardarse del viento. Puñetero viento... La faena tuvo y faltó. Difícil explicar. Tuvo toreo ligado por ambos pitones. Buscó Jiménez, enganchado a veces, sin rematar... En un análisis matemático, estuvo todo en su sitio, pero faltó alma a la labor. Madrid acompañó su toreo, pero no crujió. Observábamos, atentos, admirados, bravo "Rodalito", qué gran toro, una y otra vez, devorando muleta, engaño, muletazos, sin probar, sin juzgar... Se acababa la faena, se perfiló para entrar a matar, en la punta de la espada, pendía un trofeo, ¿nada más? Se deslizó, hundida pues, rodó el toro y el premio. Aguantó el presidente hasta el final y la concedió. Como "Rodalito"nos había robado el corazón, la puerta grande, con una y una, no cautivó.

El resto de la corrida de Peñajara en nada se pareció a "Rodalito". Ya le hubiera gustado a Eugenio de Mora, que se las vio con dos peligrosos ejemplares. Para justificarse tuvo que tragar lo suyo y le costó una herida en la mano derecha en uno de los derrotes. A Javier Cortés tampoco le regalaron nada. Fue la firmeza plena en el tercero. Un toro que nunca se empleó por abajo y con el que hizo el esfuerzo aunque no trascendiera. Más de lo mismo en el sexto. Ingrata labor. El deslucido toro no dejaba lugar al lucimiento ni por error.

Las Ventas (Madrid). Vigésimo primera de San Isidro. Se lidiaron toros de Peñajara, difíciles 1º y 4º; grandioso el 2º, deslucidos 3º y 6º; manejable el 5º, sobrero de Carmen Segovia. Casi lleno. Eugenio de Mora, de caña y oro, estocada caída (silencio); estocada caída (silencio). César Jiménez, de azul pavo y oro, estocada (oreja); estocada (oreja). Javier Cortés, de violeta y oro, pinchazo, estocada baja, cuatro descabellos (silencio); pinchazo, estocada (silencio).