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Maruja Torres crimen en el Nilo

Maruja Torres crimen en el Nilo
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El CAIRO- «A mí lo que me gusta ahora es matar», dice Maruja Torres con una sonrisa perversa por las calles de El Cairo. Se refiere, claro, a su quehacer literario y también, claro, a que su alter ego Diana Dial tiene mucho trabajo. Su segunda historia acaba de publicarse: «Sin entrañas» es un explícito homenaje a Agatha Christie, sin ambages, aunque con un mati: «Ella es capaz de poner a la sociedad contra las cuerdas, pero cuando el crimen se resuelve todo vuelve a su sitio. Eso no es subversivo, sino todo lo contrario, y yo quería dejar patas arriba a los opresores y corruptos. Y es tan divertido elegir a alguien y matarlo...», explica Torres.

La escritora califica la novela de «neocolonial» porque la historia pivota en torno a una familia que se autodenomina «los Kennedy catalanes», y que tiene trazas de personas reales. «Se mezcla en ellos elementos como el negocio inmobiliario, la hipocresía, el Barça, e incluso esa apostura de los que van a Egipto a comprar antigüedades...», explica. Torres se decidió por emular a Christie tras un crucero por el Nilo, situando a los personajes involucrados en un asesinato en un lugar cerrado, el propio barco, en el que se van retirando los velos de las miserias de unos personajes que actúan delante de un trasfondo más real: los últimos momentos del régimen de Mubarak: «Yo me preguntaba, de una parte, cómo era posible que ese régimen siguiera. Y, de otra, veía, y es lo que trato de plasmar en la novela, que las personas están obligadas a corromperse para sobrevivir», cuenta Torres, que no ha querido hacer de la situación política el pretexto primordial porque «hay una nueva generación de periodistas para contarla que son mejores que yo». Sin embargo, algunos personajes son trasuntos de personas reales, como el director de antigüedades, Hadi Sueni, de enorme recuerdo a Zahi Hawass. «El libro también es un homenaje a la clase media egipcia, tan capaz y tan maltratada –cuenta la autora–. Ismail, por ejemplo. Toda su familia trabaja para que él pueda estudiar en Barcelona y tener futuro, pero de lo que se trata es de que la gente no se tenga que ir de este país», asegura, en unos días en los que las protestas de los ciudadanos se han recrudecido justo enfrente del hotel en el que se aloja junto a la Prensa.

Malos «de mi país»
En este caso, la primera víctima de la historia es Oriol Laclau i Masdéu, un empresario catalán. «Es un representante de una burguesía decadente, surgida tras las Olimpiadas y el pelotazo. Y pensé que era un tipo de conducta en desuso, pero después de ver que los corruptos se llevaban las putas al Palau de la Música... no sé qué pensar. Aunque no quiero ser panfletaria, lo que me interesa es hacer un artefacto entretenido. Y Dios me libre de criticar a la burguesía y al honrado fabricante», dice entre risas malvadas.

Lo que tenía claro desde un principio es que los malos deben ser «de mi país. No me imagino a los de otro». Después, la trama se va desenvolviendo con sus enredos y sus misterios y los tragos de whisky de Diana Dial, incluyendo embalsamamientos, autopsias y antigüedades, gracias a personajes secundarios con un anclaje real. Próxima parada: Diana Dial tiene un caso en Roma con la tercera novela.

 

Christie, revisitada
«La devoré toda entera de pequeña, pero luego llegó una época de ‘‘progres'' y de cierto desprecio por ella», asegura. Es un homenaje tan deliberado que Diana Dial se aloja en la suite Agatha Christie (en la imagen) en el barco. «Y ella, toda vanidosa, se estira la manga y frota la plaquita para que brille», cuenta Torres, que admite que se preguntaba antes de escribir: «¿Seré capaz de hacerlo?».