Londres
Estética pija por Alfonso Ussía
En las izquierdas simples y elementales se califica de «pijo» a todo aquel o aquella que se ducha o se baña –yo, como Sotoancho, lo hago con un patito de goma–, todos los días, y no pierde el tiempo buscando en su armario ropa marginal para vestirse. Es mucho más sencillo y rápido vestirse de persona normal que de marginal-reivindicativo estalinista. En el transcurso de los últimos años he observado que los pijos de ayer han dado paso a otros pijos que creen que el desaliño indumentario largamente meditado les concede un estadío de progresistas que les reporta autoridad y prestigio. Ahí tienen al pijo extremeño que encabeza hordas para quemar a los padres salesianos. Un García de Vinuesa. Con poco tiempo que se invierta en analizar su ropa, se alcanza la conclusión justa y precisa. Que ese tipo, antes de manifestarse, se pasa horas en su casa eligiendo la ropa adecuada para parecer más rojo. Ignoran que los comunistas de la URSS, sus grandes ídolos, vestían correctamente, y que la KGB recelaba, por su posible derechismo, de los jóvenes que se presentaban con apariencia de «hippys». A Lenin, que lleva fiambre muchos decenios, le cambian la corbata de cuando en cuando para recibir a las visitas. Gromyko, el eterno responsable de Exteriores de la URSS, era un elegante triste que se hacía las camisas en Londres, y Brezhnev, Andropov y Gorbachov, siempre estaban vestidos como para ir a una boda.
La izquierda cinematográfica es insuperablemente pija. Ellos van «casual» y ellas visten de gorra modelos de los más caros y prestigiosos modistas. El día de la huelga de los padres de alumnos con poca vocación de estudio, se vieron chicos demasiado jóvenes como para llevar banderas tricolores y de la URSS. Si no saben escribir correctamente y hacen faltas de ortografía como la catedral de Burgos, no se puede suponer que conozcan el significado de esos símbolos tan lejanos en el tiempo y del sentido común.
Para mí, que Amancio Ortega haría muy bien en reservar en sus grandes tiendas repartidas por todo el mundo, un considerable espacio para la ropa de «Pijos Progres», «Pijos Marginales», «Pijos Anti-Sistema» y «Pijos Okupas». Se forraría. García de Vinuesa, el de Extremadura, no saldría de los establecimientos de «Zara». Y en una esquina de esa sección, el clásico. La camiseta con la imagen estampada del Ché Guevara en todas las combinaciones de color posibles y probables. Porque la camiseta verde de los padres que no quieren que sus hijos estudien y de los profesores que no desean dedicarle a la enseñanza una hora más cada día, es una camiseta fea, con poco donaire, más de seguidor de futbol que de izquierdista arrojado, y la solución pasa por un experto en diseño.
Los pijos de hoy están en las manifestaciones y en lo que queda de los «indignados», que son muchos menos, porque los indignados con razon se han marchado indignados de la manipulación constante de sus indignaciones. Pero en esta vida hay que ser consecuente. Acepto que fuera de las izquierdas hay mucho pijo también, empezando por el que escribe, que está muy orgulloso de serlo. A partir de ahora, el pijerío se divide en dos grandes sectores. Los pijos tradicionales y los pijos marginales. La diferencia entre unos y otros se establece en sus proyectos. Los tradicionales miran hacia el futuro, y los marginales llevan setenta años de retraso.
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