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La Razón
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Igual que al soldado se le supone el valor, a un ministro de Exteriores, al jefe de la diplomacia de un país de esta parte del mundo, se le supone una mano izquierda grandísima. Se le supone torería, flema, distancia y paciencia infinita, que le quede bien el traje y cierto aire aristocrático, ese toque de clase que tienen los hijos de buenas familias. Ninguna de esas virtudes adornan a Moratinos, al que los años de experiencia y los extensos conocimientos en la materia no han conseguido domarle el pronto. Mi Miguel Ángel posee un carácter de los de armas tomar y se va enfadando por el mundo, eso sí, siempre con los que considera por debajo de su escalafón. Funcionarios, asesores, diplomáticos y periodistas han asistido a algunos de sus ataques de ira. Cuentan incluso que se le ha visto bufar cuando las cosas no se han hecho según su criterio o cuando una pregunta le parece molesta. Su comportamiento por el orbe es bien distinto: ante los mandatarios extranjeros aplaca sus humos y se convierte en un ser apacible y confortable. Ante Zapatero, el hasta ahora ministro de Exteriores también ha presentado poca resistencia. El presidente del gobierno no ha disimulado en absoluto su escasa atención a los asuntos externos y mi Moratinos, lejos de hacerle recapacitar, se ha plegado a las directrices de Zapatero, por muy descabelladas que fueran. Ahora le han desalojado del ministerio y no hay manera de que el hombre pueda disimular su disgusto y se le han visto dos lagrimones como dos kiwis al enterarse de la noticia. Los atléticos, sin embargo, nos felicitamos, porque le tendremos habitualmente poblando el palco del Calderón, donde podrá cogerse un cabreo como una mona cada poco y tan a gusto, al ladito de su hermano. También a la ministra de Sanidad se le presuponen ciertas virtudes, cierto conocimiento y experiencia. A partir de esta líneas iba servidora a decir alguna cosilla sobre Leire Pajín pero la vulgaridad que se ha gastado Javier León de la Riva me lo impide. Al alcalde de Valladolid se le supone también el temple suficiente para no abochornar a sus ciudadanos, pero parece que el amigo gusta de desbarrar hasta el chafarrinón y de comportarse como un becerro. Una pena que quede la sensación de que el PP para estas cosas no sabe reaccionar. También se le supone a ese partido la mano dura necesaria para poner en su sitio a un bocazas y a un mete patas, pero parece que prefiere disimular. Desterremos las suposiciones: siempre hay alguien dispuesto a empeorarlas.