Castilla y León

OPINIÓN: A Fray Ángel de Silos

La Razón
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Sé que me vas a reñir cuando encuentres tu nombre a la vista del público. Confío, sin embargo, en que tu sorpresa se disuelva en una sonrisa como ola en la arena bajo unos pies desnudos. Tengo que contarle hoy a la gente cómo una sonrisa puede salvar el mundo.
El otro día me preguntó Sánchez Dragó de qué necesitamos salvarnos y yo le repliqué que de nosotros mismos. Porque de nosotros, de nuestras tempestades interiores, ha surgido la necesidad de ser dioses y de dominar el mundo. Y sólo otro como nosotros, igual que nosotros menos en el pecado -dirán las fórmulas de la fe-, puede impedir que nos hundamos para siempre bajo un mar que nosotros mismos hemos encrespado. Ser uno de nosotros y, a la vez, otro es la fórmula que nos permite entender la convivencia de otra manera que como política, es decir, como arte de controlar el poder, de dominar la tempestad.
Y esta fórmula la conservas tú, mi querido fray, en tu sonrisa y tu silencio, arena humedecida para unos pies cansados. Aunque no veré yo el día en que, como profetiza el Apocalipsis, las rocas se desintegrarán, el mar desaparecerá y el amor lo será todo, ya puedo verme tal como seré entonces. Porque el amor llega a su plenitud cada vez que, al mirar al otro, nos vemos en él.
Y yo en ti me veo y me encuentro. Los seres humanos nos encontramos de verdad sólo allí donde no hay dinero de por medio, donde ni la fibra más íntima del alma sufre violencia alguna.
A infinita distancia de toda forma de dominio, desnudos los pies sobre una arena humedecida, podemos encontrarnos. Tu sonrisa puede salvar el mundo.