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La Razón
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Sandro Rosell ha tomado posesión de la presidencia del Barcelona dando tres cuartos al pregonero. No ha habido necesidad de levantar las alfombras para conocer la salud financiera del club, la situación real en que lo dejó Joan Laporta. Ha bastado llegar al final de la temporada con la necesidad de pagar la parte de los salarios anuales de los jugadores, para que las telarañas de las cajas, A, B, y C hayan obligado a pedir un crédito para seguir adelante, cumplir con los compromisos contraídos y hacer algún dispendio en materia de fichajes. Ya se sabe que un club como el barcelonista está obligado a ofrecer a los socios alguna novedad ilusionante. De momento, tiene a David Villa y al sevillista Adriano. Laporta dejó contratada una estrella y Rosell ha fichado un jugador que no crea precisamente entusiasmos indescriptibles.Rosell ha conseguido el crédito sindicado que le saca del atolladero y ha anunciado cinco años de contención de los presupuestos. Ha despertado a los socios que aún creían en Laporta. El club estaba en un limbo económico del que solamente podía salir por el crédito que tiene en las entidades bancarias. Ha sido norma tradicional que en crisis los dineros hayan afluido sin que ello supusiera grandes cataclismos. El capitán general de Cataluña, Joaquín Miláns del Bosch y Carrió, en los años veinte, castigó a la entidad con el cierre. Cuando Alfonso XIII firmó el perdón, el club tenía en la Banca Jover más dineros, de aportaciones voluntarias, de los que habría ingresado con las puertas de Las Corts abiertas. Joan Laporta dejó títulos y telarañas.