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Fascista coloquial
Cuando era alcaldesa, Celia Villalobos daba las buenas tardes desde la acera a los que estaban en los andamios y estos días anda defendiendo su teoría del «fascista en tono coloquial». Insulto con pesada carga histórica, que puesto en su boca trae aroma de mercado de abastos. Como de la que atiza con el primer yunque léxico que se le viene a los labios y rebaja la tensión a niveles tolerables. En un arranque, ella le ha dicho a Bono que es un fascista, un atropello que se ha ido devaluando. El «es usted un fascista» le cae ya hasta a los bedeles. De tan recurrente, fascista comienza a ser despacho de curso legal. Sabemos que hay, según y cómo «hijoputas» (brillantes, malvados, necios, triunfadores), pero Villalobos debe aclarar si su «tono coloquial» alcanza también a «asesinos», «ladrones» y «dictadores». Todos así catalogados de forma amigable, cotidiana, rutinaria y coloquial. Antes que la solución del tono, quizá la diputada debería haber ido por delante diciendo aquello de «se me ha malinterpretado perfectamente». Habría enmendado el verdadero peso y la sangre del fascismo. A ningún parlamentario memo se le le ocurre decir que alguien es nazi, pero sólo en tono coloquial. Baroja aseguró que la mitad de los problemas de España se solucionarían estando tres mes meses callados. Ahora, sería por lo menos un año de silencio para solucionar sólo un 25%.
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