Fundación Víctimas del Terrorismo

Un despertar por Ángeles Pedraza

La Razón
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48 horas de angustia, de protesta, de unión. Así me sentí y actué aquellos dos días en los que la vida de Miguel Ángel Blanco pendía de un hilo. Angustia porque ETA robase otra vida más a punta de pistola. Protesté con mi voz para que el concejal de Ermua no fuese asesinado. Y me uní al resto de los españoles para hacer fuerza y presionar por su liberación. No queríamos otra injusticia más. Aquel 10 de julio de 1997, el Espíritu de Ermua se coló en el corazón de la sociedad española y eso me llenó de emoción. Todos a una. No importaba nada más. Ahora, 15 años después, parece que ese espíritu descansa, está dormido, anestesiado. Sin embargo, las víctimas lo seguimos necesitando. Ese estado adormecido no es culpa de los españoles, sino de los pasos que están dejando dar poco a poco a ETA a través de sus logros políticos: Bildu, Amaiur y Sortu. Ha dejado de matar y pretende humanizarse. Incluso esta semana ha culpado a los gobiernos español y francés de manejar una agenda contra la paz. Se hacen las víctimas. Están haciendo creer a la sociedad que su final es la negociación. Lo peor de todo es que lo están consiguiendo. No caigan en su trampa. Su final es la disolución y el banquillo de la Justicia porque son asesinos. Cuando ETA mató a Miguel Ángel nunca me imaginé que hoy en día iba a estar en el otro lado, en el del dolor directo, en el de las víctimas. En aquel momento las apoyé, pero no era del todo consciente de hasta qué punto yo, como ciudadana, era necesaria para ellas. Ahora, que he sufrido en primera persona la lacra del terrorismo, créanme cuando digo que les necesitamos. Si la sociedad no nos apoya, nos falta uno de los pilares más importantes para acabar con ETA. Además, ETA no sólo es cuestión de víctimas, sino de todos los españoles. Lo que ETA consiga en política nos afectará a cada uno de nosotros. Es hora, más que nunca, de que despierte el Espíritu de Ermua.