Toros

Toros

Centro de Madrid centro del toreo

Durante este mes de mayo, coincidiendo con las fiestas de San Isidro, la capital de viste de toreo, especialmente por las calles del centro de Madrid.

Centro de Madrid, centro del toreo
Centro de Madrid, centro del toreolarazon

Desde que el toreo es toreo, o sea, desde finales del siglo XVIII, las calles del centro de Madrid han sido el epicentro de este mundo de hombres y animales singulares. En torno a lo que hoy se conoce como Barrio de las Letras, desde los límites del Avapiés a los de la Puerta del Sol, se reunió siempre lo más granado de la torería y la afición, la castiza y la foránea, pues por la Villa y Corte se ha visto obligado a pasar todo aquel que ha querido ser gente en este arte de valor y valores.Largas temporadas eran la que, en el siglo XIX, pasaban con sus familias los toreros andaluces en las fondas y hoteles de las calles de Echegaray y Ventura de la Vega, a la vera de la Plaza de Santa Ana. La zona era un hervidero de taurinos y flamencos, que no eran entonces sino la misma cosa, hasta el punto de que en sus tabernas y colmados se fraguó también la gran afición al cante de los Madriles. Por eso no es de extrañar que diestros tan sevillanos como Curro Cúchares y Rafael El Gallo tengan anotado Madrid como lugar de nacimiento en su partida de bautismo, pues vinieron a este mundo de lágrimas justo donde sus padres se encontraban ejerciendo su profesión de toreros.Entrado ya el siglo XX, la zona centro mantuvo su solera taurina, sólo que con mejores hoteles y con cafés en lugar de tabernas, adoptando los estilos modernistas de los nuevos tiempos. Y de vestirse de luces en el hotel Inglés, que aún existe, los toreros pasaron a hacerlo en el Palace o en el Victoria, y a hacer sus tertulias en los mentideros más cercanos: cafés de Levante, Universal, Suizo, Lyon, Fornos, Regina, como años después lo harían en Chicote, La Tropical, El Gato Negro, El Abra… centros de ocio y postín, junto con teatros y frontones, donde lucir fachenda y torería. Pero, como un puente entre las ilusiones y el éxito, antes estaban los bares de las calles de la Victoria, de la Cruz y Núñez de Arce: El Abuelo, La Campana, Gayango, La Venencia, La Alemana, junto a las taquillas de la plaza y la reventa. Veladores y barras donde se apalabraban tratos y contratos, que fueron oficinas de toda una tropa torera de novilleretes, banderilleros, mozos de espadas, contratistas de caballos y taurinos de variado pelaje, que no osaban pisar los refugios de los consagrados hasta que un triunfo sonado o la colocación con una figura grande lo permitían.Otros barrios, otras zonas como Chamberí o el entorno de la calle O´Donell también mantuvieron su nervio torero en la capital más taurina del mundo, hasta que las prisas y el teléfono acabaron con las tertulias y los puntos de encuentro más castizos. Hoy, en el siglo XXI, los toreros se han disgregado por este Madrid de las tuneladoras. Se visten en el Wellington, donde se refugian los últimos mohicanos de la charla pausada, y se van con futbolistas tatuados a tomar copas a los lugares de moda. Sólo algunos bares del centro, como Viña P, mantienen entre turistas y becarios de Erasmus, la llama de lo que algún día fue el centro del toreo. Hasta los aficionados, apenas se toman unas cañas en los bares temáticos que rodean Las Ventas, se van corriendo a casa a comentar la corrida en su blog. A «chatear» no con vino, sino por internet. Si Vicente Pastor levantara la cabeza…