Agencia Espacial Europea
Luna sin agua por Antonio PÉREZ HENARES
La luna de septiembre no trajo una gota y ésta de octubre amenaza con seguir el mismo camino por los cielos. Añora uno mirando los campos resecos, los caminos polvorientos, la paja como yesca y la sed de la tierra entera. Aquel octubre de hace un par de años cuando hubimos de desempolvar el refranero con aquello de «la luna de octubre, siete lunas cubre» que avisa de que si en ese mes nieva van a ser siete los meses en que siga cayendo. Hasta abril vamos. Y así fue aquel año.
El pasado no nevó tanto, pero lo compensaron las nubes con una ración generosa de lluvia, a veces hasta excesiva por las tierras del sur, que colmaron nuestros embalses y regeneraron los veneros. Por resucitar, resucitaron hasta las Tablas de Daimiel y el famoso acuífero 23 ganó, dicen, casi quince metros.
La cosa se torció nada más entrar este verano de 2011. Desde el pasado mes de junio, por el centro peninsular no ha caído una gota. La boina del anticiclón se ha instalado sobre la Península y apenas si deja resquicio para que se cuele alguna nube por las esquinas. Los pantanos están ya viviendo de las rentas y reduciendo su agua embalsada a pasos agigantados. Y no parece que en lontananza se anuncie ese famoso frente que de verdad cubra los cielos de nubes preñadas de lluvia. Lo único que llegan son algodones secos que se deshilachan en girones y se los lleva el viento sin quedar de ellos rastro alguno.
Vamos, que el día que al fin llegue la lluvia, como a alguno de esos del tiempo se le ocurra decir que hace «mal tiempo», será como para hacerle comer una ración de terrones. Con guindilla.
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