Rabat
Fin de la tregua en la frontera de Melilla
Tal y como aparecen, desaparecen. Y ahora, vuelven a la carga. La penúltima crisis desatada este verano por Marruecos contra España duró lo que tardó el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, en acudir a Rabat. En esta ocasión, el motivo fue el supuesto acoso de las mujeres policía de Melilla a los ciudadanos marroquíes que cruzan cada día por miles el paso de Beni Enzar.
Dos asociaciones «civiles», títeres de la Corona alauí, mantuvieron en vilo a las nueve agentes (la mitad de ellas musulmanas) durante semanas. Les hacían fotos con descaro y empleaban su imagen en montajes humillantes que colgaban de forma ilegal en la tierra de nadie que separa los dos países. También las agredieron y una de ellas incluso recibió un bofetón de un airado marroquí que le estalló el tímpano.
Pues bien, dos semanas después de la visita de Rubalcaba, la situación se mantenía «tranquila». Así lo aseguraron a LA RAZÓN fuentes policiales para las que «cada día está más claro que las mujeres fueron sólo una excusa de Marruecos para abrir un debate». Avisaban: «Esta tregua durará lo que ellos quieran, como ocurre siempre. El botón que activa y desactiva estas crisis está en Rabat», explican. Y ya hay quien lo ha pulsado.
Ahora la Coordinadora de la Sociedad Civil del Norte de Marruecos» anuncia un nuevo «plan de acción» para reivindicar Ceuta y Melilla. Seis puntos se han marcado como base contra la «existencia colonial en las dos ciudades marroquíes espoleadas y los demás islotes colindantes». Pero no sólo eso, pues desde esta coordinadora aseguran ahora tener «respeto por la mujer sea cual sea su posición o cargo» y niegan cualquier «menosprecio hacia cualquier policía mujer española», algo difícil de creer tras las humillaciones y ataques que han sufrido desde el otro lado de la valla.
Aniversario de la «ocupación»
Todo parecía indicar que la «tensa calma» que se vivía en los pasos fronterizos acabaría con el fin del Ramadán, que concluyó el viernes. Y el comunicado lo ha demostrado, aunque de momento, habrá que esperar a los «actos de militancia» que arrancan el día 17, aniversario de la «ocupación de Melilla». Ese día establecerán el «plan» para «enfrentar a los enemigos de la integridad territorial», entre los que se encuentra «el PP racista y extremista». Contra ellos, invitan a «nuestros hermanos residentes en Ceuta y Melilla a poner barreras y boicotear todas sus actividades coloniales rencorosas».
Durante este tiempo de extraña «calma», los agentes fronterizos recibieron de Interior la orden expresa de mantener el tipo y hacer oídos sordos a las provocaciones. Según la Confederación Española de Policía (CEP), cada vez es más común ver en la frontera pasaportes marroquíes irregulares en los que se identifica la ciudad de Melilla como «marroquí» y, de momento, se permite su entrada en la ciudad autónoma. El Gobierno español se ha puesto más firme en los consulados y ha dado instrucciones de que no se conceda ningún visado a quien porte un documento de este tipo.
Lo que aún no está muy claro es el precio que ha pagado España por una tranquilidad fronteriza que tiene los días contados tras este último comunicado. Las patrullas conjuntas anunciadas por el ministro de Interior para «mejorar la colaboración» no han despertado entusiasmo en las Fuerzas de Seguridad españolas. En la CEP se quejan de que «una vez más pagaremos nosotros los costes. Es sólo cuestión de tiempo que se repita una situación parecida, ya sea por las mujeres, niños, animales, mercancía... Hacen lo que quieren en la frontera y seguirán haciéndolo. La supuesta tierra de nadie sigue siendo suya».
Homenaje a los agentes
El presidente de Melilla, Juan José Imbroda, pidió el mismo jueves al Gobierno que celebre un homenaje a los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil que trabajan en la frontera porque «han aguantado una presión insufrible». Imbroda se mostró partidario de dar «un compás de espera» para ver qué ocurre tras el fin de esta extraña tregua activista. Imbroda está de acuerdo en que los agitadores del último contencioso «son un grupúsculo de tres o cuatro» que harán lo que Rabat les ordene, «ya sea dedicarse a la agricultura o la filatelia». De momento, estos «activistas», constituidos en tres asociaciones, ya han avisado que seguirán entregados a la agitación.
«Rasca»... y gana
La vuelta a la normalidad en la frontera de Melilla tiene un ganador: la Policía marroquí. El fantasma del boicot comercial que planeó sobre la ciudad podría haber vaciado sus bolsillos, pero «ya vuelven a hacer su agosto», según los agentes españoles. A diario pueden llegar a cruzar el paso de Beni Enzar hasta 30.000 personas en un camino de ida y vuelta que hace las delicias de los guardias marroquíes. El que no paga, no pasa. La «mordida» alauí, conocida como la «rasca», no hace excepciones. El impuesto revolucionario, que oscila entre 50 céntimos y cinco euros, engorda el sueldo de los agentes. El salario de 300 euros puede crecer hasta los 5.000. De ahí que este puesto fronterizo sea una pieza codiciada por el cuerpo de aduaneros. Llegan a pagar hasta 14.000 euros por una plaza en una inversión que será recuperada con rapidez. El «modus operandi» es fácil. Si se trata de un vehículo, el conductor abre el maletero para mostrar la mercancía mientras coloca el «arancel» en una esquina. El agente lo recoge y autoriza el paso. Si el conductor se niega, pierde toda la carga y se gana un enemigo nada recomendable si pretende seguir ganándose la vida por allí. Los marroquíes que cruzan varias veces a pie para comprar en Melilla y vender en Nador tabaco, mantas o cualquier objeto también pagan. Se les puede ver en bicicleta o en moto, con la carga haciendo equilibrios imposibles. En este caso, el dinero pasa de mano a mano al entregar el pasaporte o al saludar al agente. Si uno se les escapa, los gendarmes salen detrás o dan una patada a la bici para derribar al conductor.
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