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La Razón
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Cuando hace unos días cogí el avión para Atenas, el nombre de Grecia era aquí el paradigma del desastre económico. Y ello con la piedad un tanto miserable del que se cree en situación mejor, quizá con algo de eso que los alemanes llaman «Schadenfreude», alegría por el daño (del vecino, se entiende). Algo como respirar con alivio, como decir «de buena nos hemos librado». Pero cuando llegué a Grecia, de las manifestaciones violentas que allí tanto gustan a la izquierda estudiantil (y a los que la utilizan) apenas vi otra huella que la de algún cantazo en alguna vidriera. Grecia estaba tan bella y tan alegre, dentro de un cierto caos, como siempre. A la gente no se la veía ni mejor ni peor. Cierto, los gobiernos griegos han cometido errores (dispendios, diríamos) por la presión de tantas huelgas, de tanta demagogia.Pero volvamos a España. Resulta difícil encontrar un país con mayor despreocupación para gastar su dinero en millares de «asesores», de cargos inútiles, de subvenciones de las cuales esas que reciben los sindicalistas de América y los gays de África son sólo las más pintorescas. De duplicaciones en las Autonomías, de ayudas a grupos amigos, sobre todo a los que gritan cuando hace falta.Cierto, nos ha humillado que ese despilfarro haya tenido que ser cortado, tarde y mal, por la imposición de los poderes de Europa y América. El Gobierno ha tenido que tragar. Se comprende, aunque sea duro para todos. Ahorremos, al menos, tanta crítica a Grecia, que hizo lo mismo, pero sin duda menos. Ha tenido, también, que recoger velas. Y ha tenido suerte: recibe, simplemente, una ayuda que merece. Grecia es, después de todo, la madre de Europa. Tenía a su favor una deuda histórica. Claro que nosotros, si llega el caso, ojalá no llegue, podríamos presentar nuestra factura: gracias a España Europa se vio libre de civilizaciones «aliadas», gracias a España, antes que a nadie, América continúa nuestra cultura.En fin, yo estuve en Atenas unos días, presenté en un acto en la Academia de Atenas –me glorío de ser miembro extranjero de la misma– un nuevo volumen del Diccionario Griego-Español, el mismo que en enero presentamos en Madrid, en presencia de la Reina. Es el Diccionario más extenso y al día de los que vierten el griego antiguo a una lengua moderna. Lo hacemos con ayuda del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Ministerio de Educación y Ciencia y algunas ayudas más. Por una vez, no la única por cierto, vamos por delante. Estamos cansados de ir tantas veces detrás y de tanto complejo de inferioridad como el que sienten tantos en nuestro país. Por una vez, hemos salido a flote sin complejos, con sólo nuestros méritos. Por ahí fuera lo saben. Y la lengua griega no es una cualquiera, es la lengua que, imitada por todas las lenguas del mundo e infiltrada por ellas, las ha convertido en lenguas de cultura y de Ciencia. Del griego viene la palabra átomo, la palabra democracia, la palabra gobierno, la palabra política, la palabra libertad (eleuthería, en griego micénico, de 1.500 años antes de Cristo). Y de ella vienen los más de los elementos para formar palabras en español, del tipo de a-, anti-, antropo-, auto-, dia-, hiper-, etc. y -grafo, -filo, -ismo, -ista, -ma, -sis, -sine, -tomo.Esto no es sólo español, es europeo. Las lenguas europeas son lenguas cripto- o semihelénicas, dije. Sin el griego, en ciencia y cultura, no podríamos ni abrir la boca.Ni tampoco podríamos escribir un párrafo seguido sobre un tema complejo, ni menos una obra literaria: nuestra sintaxis y nuestros géneros literarios son griegos. Ningún Atila ha podido con la lengua y la cultura griegas, y a lo largo de la Historia han sido muchos los Atilas.En fin, mantenemos en la medida que podemos los estudios de griego en España, pero no podemos dejar de recordar los tiempos en que los alumnos traducían a Homero en el Bachillerato. Todavía me saludan con alegría en la calle cuando me los topo. La persecución que en España ha sufrido el griego –y las Humanidades todas y la Enseñanza toda– a manos de autoproclamados Mesías pedagógicos ha sido algo que muchos no podemos comprender, si no es a la luz de falsos mitos y desconocimientos. ¡Vaya progreso, el de proclamar una enseñanza light, convertir la enseñanza secundaria en primaria, la universitaria en secundaria! El conocimiento, parece, es lo que menos interesa.En fin, hemos respirado en Grecia, en un clima de primavera, unos paisajes bellos y lejos de nuestros viejos fantasmas. Es un país que no es sin culpa, pero en el que hay un sentido de unidad, de Macedonia a Creta, que ya querríamos nosotros. No se siente, como aquí, la impresión del azucarillo que se disuelve. Ni hay todavía eso de dar los puestos de trabajo o los nombramientos por el sexo, no por la competencia o el conocimiento. Y de que salga más barato maltratar a un hombre que a una mujer. ¡Lo peor es que lo llaman igualdad, tiene hasta un Ministerio con sus inspectores y todo! Y dicen que es progreso. ¡Cuánta ignominia rodeada de palabras bellas! «Quousque tandem?», habría que preguntar.No sigo, sólo intentaba echar un capote a los griegos y a la cultura griega.