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Alemania nos impone el «rescate» por José Clemente

La Razón
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Una semana. Exactamente una semana es lo que ha durado la alegría en la casa de los pobres de Europa. Y una semana, también, el pulso entre el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, y el del poderoso Bundesbank, Jens Weidman. Los verdaderos perdedores de esta semana de normalidad bursátil y de mantener a la prima de riesgo alejada de los vaivenes de la especulación económica no son otros que españoles e italianos, de ahí la tibia respuesta de Rajoy y Monti a las palabras de Draghi en las que venía a decir que el BCE sólo intervendría en la compra de deuda a que los países afectados pidieran ayuda a la Eurozona. Atrás quedaba la promesa realizada en Londres por el propio Draghi el 26 de julio cuando precisó que el BCE estaba dispuesto a comprar deuda de España e Italia en el mercado secundario, todo ello adornado por aquél «creánme, será suficiente», un anuncio que frenó en seco a los especuladores y trasladó al mundo entero la imagen de una Europa más unida y fuerte de lo que parecía en torno a sus intereses y en defensa de la moneda común.
Por eso entre los perdedores, además de los países del sur de Europa, está también el presidente del BCE, Mario Draghi, que en vez de actuar como bálsamo entre las peticiones de unos y otros ha optado por un patético perfil de total subordinación a Merkel y el Bundesbank, para salvar su poltrona de Fráncfort. Con sólo dos intervenciones, el carisma de hombre diplomático que pasa de puntillas sobre los grandes problemas y que el propio Draghi había elaborado de sí mismo, ha quedado pulverizado y de él se acordarán todas las primas que tiene entre el norte y el sur de la península itálica, al que consideran ya un señor melifluo, que está donde está por la pasta pero que es incapaz hasta de defender su propio honor. Draghi, pues, es otro de los grandes derrotados, pues la UE no necesita «correveidiles» en puestos tan determinantes para la construcción europea, ni responsables de tan alto nivel capaces de decir lo mismo y lo contrario con una semana de por medio.
En las próximas semanas, es decir, lo que queda de agosto y el arranque del mes de septiembre, estamos en manos de los buitres carroñeros de la especulación bursátil, las agencias de rating anti-euro y los enemigos de la Unión Europea donde se encuentren. Tan grave es la situación que hasta el responsable del Tesoro americano y el mismísimo Barack Obama se han mostrado contrariados con las palabras de Draghi. Para tan corto viaje no hacían falta esas alforjas. Pero ya estamos en medio de la vorágine porque las condiciones son muy claras: La compra de bonos en los mercados secundarios para calmar la prima de riesgo y la especulación pasa por que los países afectados pidan el «rescate» en toda regla, lo que supone otro memorándum de condiciones y mayor dependencia del sur al norte de Europa, sin que ello se haga desde un plano de igualdad que es en lo que se debe fundamentar la unión política.
Semana decisiva que ha acabado trágicamente para españoles e italianos, como lo confirma el hecho de que instantes después de la rectificación de Draghi la bolsa española sufriera la segunda mayor caída del año y la prima de riesgo pasara de los 524 a los 594 puntos. Mal momento para esa mala noticia, lo que dice mucho del desapego alemán hacia el sur de Europa, ya que para el Bundesbanck unas ayudas como las sugeridas la semana anterior podrían servir para que se relajaran tanto en Italia como en España los objetivos del déficit y la no aplicación de reformas aún más duras, que es, en definitiva, lo que persiguen nuestros socios del norte europeo. La excusa perfecta que iba a justificar la dudas alemanas se cocían un día antes en España en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF), con el plante de Cataluña y el abandono de la reunión por parte de Andalucía, mientras Canarias y Asturias buscaban fraguar un frente autonómico para plantar cara al Gobierno central. Y Alemania tomando nota de todo.
Los alemanes, como muchos otros españoles, no entendemos a qué se debe la parálisis del Gobierno con determinadas comunidades autónomas. Ya sabemos que son la parte descentralizada de la autárquica centralidad impuesta por el franquismo, pero de ahí, a permitir que cada una vaya por su cuenta cuando se acaban de acoger al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), hay un abismo. Ni tanto, ni tal calvo, pues al final los gastos corrientes de Alemania los pagamos los restantes europeos con esta política monetaria de auténtica locura que impone el Bundesbanck, es decir, ellos mismos, y que ya la probaron con suerte con Irlanda, Grecia y Portugal, países que seguirán pagando deuda más intereses de deuda hasta el día del juicio final, o al menos, varias generaciones de ciudadanos europeos de esos países que no son culpables de nada tendrá que hacer frente al agujero.
Por eso Monti no descartó la posibilidad de recurrir al «rescate», mientras que Rajoy lo negó pero sin apenas convencimiento. Ante una situación así no queda otra salida que presionar en primer lugar a Europa, pidiendo la convocatoria urgente de una nueva «cumbre» para abordar el nuevo escenario. Otra fórmula es la que plantea irónicamente Ignacio Camacho cuando afirma que la salvación está en la prima de riesgo, pues cuanto más se dispare antes deberá Europa, por no decir Alemania, parar el camino a ninguna parte. O dicho en román paladino, si ustedes no me dejan otra salida que el rescate, desobedezco las normas tal y como hacen las comunidades autónomas, para forzarles a intervenir, sí o sí. Pero la lógica impone el acuerdo y eso no es más que una reunión urgente del Eurogrupo para recomponer los cristales rotos. Eso en relación a Europa, porque en lo que toca intramuros de la Hispania lo que se ha de hacer es obligar a las comunidades rebeldes. Debe quedar claro que si no se avienen Cataluña apechugará con sus 42.000 millones de deuda y seguirá sin pagar la Sanidad y la Educación como ha hecho este mes de julio, además de acumular otros impagados en la construcción, los hospitales, las residencias y centros sociales y las facturas se amontonen por doquier. Y tres cuartos de lo mismo a Andalucía, donde la situación se agrava con decenas de miles de facturas sin pagar y deudas pendientes con todo tipo de empresas y organismos tanto públicos como privados, entre las que se encuentran las guarderías, colegios concertados, abogados de oficio, asociaciones de desfavorecidos, minusválidos, mujeres maltratadas, toxicómanos, familias de acogida de menores, y se deban más de 20 millones a discapacitados, que afecta a 8.500 trabajadores, y 540 centros que atienden a más de 20.000 afectados, sigan sin ayuda alguna. España debe estar más unida que nunca, pero quien quiera aprovecharse de ello, que salga solo a la calle y piense en lo duro que puede ser este invierno.