Teatro

Estreno

Cuando Joglars estaban jorobados

«El Nacional»Autor y director: Albert Boadella. Decoración: Juan Sanz y M. Ángel Coso. Vestuario: Deborah Chambers. Reparto: Ramón Fontseré, Begoña Alberdi, Jesús Agelet, Enrique Sánchez-Ramos, Pilar Sáenz, Minnie Marx, Dolors Tuneu, Xavi Sais, Lluís Olivé. Nuevo Teatro Alcalá. Madrid, 1-IX-2011.

Ramón Fontseré, rodeado por varios intérpretes, en la obra
Ramón Fontseré, rodeado por varios intérpretes, en la obralarazon

Ante la adversidad, el artista da, a menudo, lo mejor de sí mismo. No es extraño que aquellos años en los que Els Joglars –el grupo catalán se desprendió del artículo hace poco– se mofaba de sus némesis, la dictadura primero, el nacionalismo pujolista después, fueran los de su producción más aplaudida. Eran jóvenes, tenían ganas e instinto. Albert Boadella afilaba el colmillo y su humor no dejaba títere con cabeza. Los 80 –«Teledeum», «Virtuosos de Fontainebleau»...– y los 90 –la trilogía de «Ubú President», «Dr. Floit & Mr. Pla» y «Daaalí»– los hicieron famosos. En el nuevo siglo, han seguido entregando obras divertidas, con Boadella y sus actores en forma, aunque con altibajos (mejor «El retablo de las maravillas» que «La cena»). Ver reestrenada «El Nacional» con actualizaciones, como un correctivo con imperdibles a Mortier o un trabucazo a un periodista de «El País», refuerza dos ideas: que el panorama cultural no ha variado mucho desde 1993 y que aquellos eran muy buenos tiempos para Boadella y su troupe.

Con las oportunas distancias –la visión del director de lo que debe ser la ópera parece constreñida y purista–, tiene gracia ver cómo Boadella se burla del «establishment» cultural, del pesebrismo, del sindicalismo que atenaza a los teatros públicos y de los clichés ideológicos del mundo del arte. Su definición de la profesión actoral es demoledora y arranca carcajadas del respetable, y el maestro de ceremonias de esta diatriba, quién sino el soberbio Ramón Fontseré, colecciona largos diálogos repletos de hallazgos.

El actor interpreta a un viejo acomodador con ínfulas de director que, en un coliseo abandonado (¿el Real ?) reúne a indigentes y marginales para montar su particular «Rigoletto». Cómo no, un homenaje al bufón y a lo bufo, con el que Boadella reivindica su idea del teatro –se harta de criticar el realismo– y repasa la gran obra verdiana, con soprano y barítono incluidos, Begoña Alberdi y Enrique Sánchez-Ramos, que se defienden bien en el terreno cómico. Aunque el tributo se pasa de largo –sobran escenas y minutos– sigue siendo un espectáculo emocionante, con teatro de calidad entre sus polvorientos telones: el final es antológico. Estaría bien ver más reestrenos de cuando los «juglares» estaban jorobados.