Cataluña
«ZP es un agente de Rouco»
Todos sabemos que una parte no escasa de la información que manejamos en los medios procede de fuentes personales. Por supuesto, los datos que aportan los políticos hay que cotejarlos y filtrarlos porque no es raro que intenten venderte el último argumentario o incluso intoxicarte. En ocasiones, sin embargo, la angustia que embarga al «comunicante» es tanta que a menos que aceptemos que se merece el Oscar hay que llegar a la conclusión de que dice la verdad. Es lo que me pasó el lunes con un viejo conocido del PSOE. Habíamos quedado en un lugar discreto, más que nada por evitarle disgustos. Llegó cinco minutos tarde y con cara de pocos amigos. «De verdad, César, que a este tío no lo entiendo», masculló mientras el camarero se alejaba en busca de un café. Aclaro que «este tío» es ZP, del que mi conocido anda distante en los últimos tiempos. «¿Y eso?», pregunté yo esperando alguna referencia a la crisis del Sáhara o a la maltrecha economía. «Lo que está haciendo con la Iglesia católica no se le ocurre ni al que asó la manteca», me dijo moviendo la cabeza a uno y otro lado. «No estoy seguro de entenderte…», repuse. «Pues está más claro que el agua», dijo levantando los brazos, «¿cuánta gente dirás tú que iba todos los años a la misa del Valle de los Caídos?». «Lo ignoro…», respondí. «¡Unas docenas! ¡Ni a cien llegaban!», me dijo el socialista, «pues va el señorito, lo impide y por millares… y como siga prohibiéndola, nos encontramos con un cuarto de millón». Mi informante hizo una pausa y se bebió un sorbo del café que acababan de depositar en la mesa. «¡Y lo del Papa! Va a una misa. No tenía otro remedio porque ya me dirás tú cómo vas a recibir a jefes de Estado como Mohamed VI, Obiang o Morales y no vas a hacerlo con el Papa, que es mucho más inocuo… y este fin de semana dice que no va a hacer leyes obedeciendo al Papa». Consumió el café de manera compulsiva y siguió su perorata: «Mira, si lo que quieres es eliminar la influencia de la Iglesia católica lo mejor que puedes hacer es dejarla en paz. Incluso comértela a besos. Entre lo que ha cambiado la forma de ver las cosas de la gente, que la abuela que llevaba refajo ahora tiene nietas que abortan, y los errores de sus jerarcas en un par de generaciones se convertiría en algo marginal como en Cataluña. ¡Si ni los católicos más duros se atreven a decir una palabra sobre abolir el divorcio o prohibir los anticonceptivos…! ¡Si ni el PP abolió la ley del aborto de Felipe y Gallardón está a favor de los matrimonios gays! ¡Pero no te metas con ella, co… ñííío! De esa manera, lo único que consigues es animar a la parroquia y que la gente vaya a misa, que por llevar la contraria a Zapatero van a terminar yendo hasta los ateos». Se le ve descompuesto, irritado, presa del mayor desconsuelo. «Te juro que yo no entiendo a este tío», me dice reanudando la conversación, «hay veces que he llegado a pensar si no será un agente de Rouco…». Guardo silencio. Me consta que la gente piensa cosas muchísimo peores de ZP.
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