Pekín
También los chinos hacen chapuzas
El pasado 30 de junio, el Gobierno chino celebró los 90 años del Partido Comunista con la inauguración de sus dos grandes obras de infraestructuras, destinadas a impresionar al mundo: el puente más largo de la Tierra, de 36 kilómetros, y el tren de alta velocidad entre Pekín y Shanghai. Los problemas llegaron cuando se marcharon los periodistas
En España ha sido una práctica habitual en los últimos años. Llegan las elecciones, los políticos, las tijeras y las palas de cemento. Con ellas inauguran la obra, cortan la cinta o colocan la primera piedra. Saludan, sonríen, besan y dan su discurso. Después se marchan, y con ellos los periodistas. A la mañana siguiente, los mismos obreros a los que el día anterior habían dado vacaciones vuelven al tajo a terminar el trabajo. Hay inauguración, sí, pero la obra no está terminada.
A la todopoderosa China le ha pasado estos días algo similar. Por primera vez han aparecido grietas en su aparentemente incontestable pujanza económica que la hacía llegar siempre más lejos y más alto que sus competidores. Las "víctimas"han sido el tren de alta velocidad Pekín-Shanghai y el puente de Qingdao, inaugurados a prisa y corriendo para hacerlos coincidir con el 90 aniversario del nacimiento del Partido Comunista Chino.
El puente nació con la mejor de las propagandas posibles: levantado en la ciudad costera oriental de Qingdao, es el más largo del mundo sobre el mar, con un total de 36,48 kilómetros de longitud, y sirve para conectar las dos partes de la ciudad, separadas por una bahía. Ha tardado cuatro años en ser construido (un suspiro teniendo en cuenta la magnitud de la obra) y ha costado 2.300 millones de dólares. En recorrerlo se tardará 20 minutos, la mitad de los 40 actuales.
El puente más largo del mundo
La obra le sirvió a las autoridades chinas, además, para presumir de que la nueva infraestructura superaba en apenas unos metros al que hasta entonces era el puente más largo del mundo, también chino, por supuesto, construido en la bahía de Hangzhou. Y no digamos al que cruza el lago Pontchartrain, en Louisiana, Estados Unidos, de 32 kilómetros. Pero unos cuantos días después los coches aún no circulaban por él. ¿Por qué?
En primer lugar, porque algunas de las vallas protectoras, tan importantes en una obra de estas características, estaban sin colocar. También porque había agujeros en el asfalto. Y faltaban las farolas, imprescindibles en una zona con frecuentes nieblas. Los ingenieros encargados de la obra no son optimistas, y según han declarado a la prensa, aún serán necesarios otros dos meses para que el puente esté totalmente terminado, al margen de que se permita a los coches circular antes.
Un tren de alta velocidad de 1.300 kilómetros
No le han ido mucho mejor las cosas al nuevo tren de alta velocidad que une Pekín y Shanghai, de 1.318 kilómetros, que se estrenó con tres averías en tan sólo cuatro días. Entre otras cosas, se quedó sin suministro eléctrico a causa de una tormenta, y cerca de una veintena de trenes llegaron con retraso a su destino.
Por el momento, de esta pequeña maldición provocada por las prisas se ha salvado la tercera de las inauguraciones realizada con motivo del aniversario del Partido Comunista, el gasoducto más largo del mundo, que proporciona a los chinos gas desde Turkmenistán por una gigantesca tubería de 8.700 kilómetros.
Pero lo ocurrido ha hecho que la confiada sociedad china se dé de bruces con la realidad y tome conciencia de que, tampoco allí, las prisas son buenas consejeras. Así lo ha constatado, al menos, la encuesta realizada por el periódico Shanghai Daily entre sus lectores a raíz de los problemas originados en el tren de alta velocidad: el 36% cree que lo ocurrido debe servir para que las autoridades se replanteen sus procedimientos de construcción, el 35% pide una revisión integral de la obra, el 20% considera los problemas normales en el estreno de un servicio de este tipo y el 9% sostiene que lo ocurrido es habitual en cualquier sistema de transporte.
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