Barcelona

Jequerización y Atlético

La Razón
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Lunes, 25: contubernio
¿Contubernio político-institucio-nal contra Marta Domínguez? ¿La política emporcando la edad de oro del deporte español? ¿Es verdad, Rubalcaba? Quiero no creerlo. Alfredo Pérez Rubalcaba fue un atleta-galgo. Sus distancias, en sus años de juventud y Universidad, fueron, brillantemente, los 100 y 200 metros lisos. Fue incluso campeón de España. Un tipo «fair play». Le aprecio. Hay que deshacer, Alfredo, vice, ministro, el nudo gordiano de ese contubernio.

Martes, 26: jequerizar
El fútbol español huele a petróleo que es un disgusto. ¿Es la globalización del fútbol su jequerización? Málaga, Racing, Getafe... Cuando antes el fútbol era un club, una bandera, un color, unos socios, una identidad. Ya no, al parecer. Es obvísimo: el fútbol hoy es marca, marketing, venta de camisetas, tele, share y jequerización. ¿Es esto mejor que lo de antes? No opino.

Miércoles, 27: estilo
Si el estilo es la sintaxis del alma, como decía Paul Valery, a Mourinho hay que ponerle un cero en sintaxis. Es zafio su desahogo de esta noche tras el 0-2. Se sabe: el fútbol es a veces, lamentablemente, exceso de excesos, pero a esa clase de excesos hay que ponerle vallas, límites. No soy antimouri-nhista, pero cuando el mourinhismo es sinónimo de desvarío, no soy mourinhista. Es desvarío proclamar en rueda de Prensa que si el Barcelona gana la «Champions» pesará sobre él «el escándalo del Bernabéu», y es desvarío también, incluso un insulto, decir que espera que Guardiola gane algún día con limpieza la «Champions». Expresándose así, Mourinho deteriora la imagen del Real Madrid y, lo que todavía es peor, fabrica antimadridismo con la misma formidable celeridad con que abren tiendas en Madrid los chinos.

Jueves, 28: Europa
Leo a los colegas de «allende los Pirineos» para saber lo que escriben del 0-2, de la expulsión de Pepe y de Mourinho, que uno a veces no se fía de uno ni de sus celtíberos compañeros más o menos dogmáticos o forofos, que «España es más dogmática y forofa que democrática y liberal» (ingeniosidad de un diputado del Congreso de los leones). El «Times» escribe que Mou-rinho es un enemigo del fútbol, ¡toma flema y moderación británica! El venerable «L'Equipe» califica de lógica la tarjeta roja a Pepe («embestir», entrar de modo brusco y peligroso, roce o no roce al adversario, es falta grave). La cartesiana Alemania alaba la belleza del fútbol azulgrana, y en Italia inciensan el talento de Pep Guardiola. Por supuesto, Messi, para toda Europa, es «el nuevo ángel» del fútbol.

Viernes, 29: Cerezo
Enrique Cerezo en los desayunos deportivos de Europa Press. Oficioso y memoralista, de entrada, el discurso. Ocurrente, ingenioso y aguzado el turno de preguntas y respuestas. Ante la Prensa, Enrique se crece. Ha aprendido a torear y a no dejarse torear. Vivir es aprender, que dijo el griego. El Atlético, y esto es lo esencial, tendrá nuevo estadio antes de tres años y si no hay jeque, se le bautizará con nombre grisáceo: Nuevo Estadio de Madrid (no es sonoro, soso). A no tardar también (échenle tres añetes o así), presumirá de la mejor y más grande ciudad deportiva del mundo: 140 hectáreas). «Asumible la deuda del club», sentenció. Dijo otra verdad: el destino del jugador lo decide siempre el jugador. Cree –uno también– que la plantilla del Atlético es buena, sólo que... Cerezo, bien, bien, bien.

Sábado, 30: «pobres»
Los «pobres» (en dinero, claro es) vencieron a los cresos Real Madrid y Barcelona. En el Santiago Bernabéu el histórico y entrañable Real Zaragoza, ayudado por su Pilarica, también mi Virgen preferida, ganó «sin milagro» al Real Madrid, y al final del partido Mourinho se autoinculpó al declarar que no sabe motivar. Otra «boutade» del «mágico» portugués. El batacazo de la derrota, ciertamente y no obstante, notorio, casi igual de notorio que el del Barça en San Sebastián. Lo dicho: el misericordioso dios del fútbol esta vez estuvo del lado de los más necesitados. Justicia divina o del azar, vaya usted a saber, que el fútbol es algo más, o tal vez bastante más, que once contra once.