Comunidad de Madrid

Vuelve la insumisión

Miles de «indignados» reeditan las marchas del 15-M pese a no haber pedido autorización. El kilómetro cero volvió a convertirse en el epicentro del movimiento «ilegal». La Delegación del Gobierno no impidió que las marchas cortaran la circulación pese a que no tenían autorización

Miles de personas volvieron ayer a tomar Sol con sus reivindicaciones
Miles de personas volvieron ayer a tomar Sol con sus reivindicacioneslarazon

MADRID- No habían dado señales de vida desde principios de septiembre, cuando se manifestaron en contra de la reforma constitucional pactada por el PP y el PSOE. Pero ayer los «indignados» de Madrid volvieron a salir a la calle, al igual que sucedió en cientos de ciudades de todo el mundo, bajo el lema «Unidos por un cambio global». La manifestación madrileña congregó a miles de personas y, como es habitual en el movimiento 15-M, se organizó de forma ilegal, sin pedir la autorización de la Delegada del Gobierno en Madrid, Dolores Carrión. Algo que, según han podido comprobar, no conlleva ninguna penalización ya que desde que surgió el movimiento jamás han solicitado permiso para convocar ninguna marcha y Carrión siempre ha mirado para otro lado. Aún así, la Policía Nacional y Municipal desplegaron un dispositivo de seguridad para evitar altercados, aunque menor que en otras ocasiones.

La marcha estaba programada para las seis de la tarde, pero los indignados empezaron a calentar motores desde por la mañana. Así, un grupo de unas 20 personas se reunieron en la Puerta del Sol para hacer yoga y y llegar con las «ideas claras a la manifestación», declararon. Poco después del mediodía, la «columna» de miembros del 15-M procedentes del sur de Madrid, salió desde Leganés, el único grupo que arrancó fuera de la capital. Caminaron durante seis horas hasta llegar a Cibeles, donde se reunieron con otras marchas procedentes de distintos puntos de Madrid. Mientras los «indignados» iban concentrándose en Atocha, Neptuno y Cibeles, en el Kilómetro Cero constituyeron sus propias «Cortes» y se instalaron dos urnas para que los partidarios de este movimiento votaran en referéndum algunas cuestiones como «¿es necesaria una reforma para establecer una economía responsable?» o «¿hay que garantizar la separación de poderes, especialmente el judicial?». Preguntas que sólo se podían contestar tras enseñar el DNI.

Una suelta de globos seguida de una fuerte pitada y una cacerolada frente al Banco de España dieron el pistoletazo de salida a la manifestación, unos minutos después de las seis. De nuevo, volvieron a cortar todo el centro de la capital: Paseo del Prado, Cibeles, Alcalá y Gran Vía, además de las calles que desembocan en Sol, sin importarles las pérdidas económicas que esto supone para los comerciantes y el caos que provocan en el tráfico. Desde la EMT informaron que unas 120 líneas de autobús se vieron afectadas por culpa del 15-M.
 
Aunque antes de la marcha los «indignados» insistieron en que no actuaban bajo los ideales de ningún partido político, volvieron a demostrar que mentían. De hecho, muchos de los manifestantes vestían la camiseta verde en defensa de la enseñanza pública y a su paso por la Consejería de Educación pidieron a gritos la dimisión de Esperanza Aguirre y de Lucía Figar por las nuevas instrucciones que se han aplicado en los centros públicos de Secundaria de la Comunidad de Madrid.

La marcha transcurrió bajo las mismas consignas de siempre, «que no, que no nos representan», «lo llaman democracia y no lo es» y «de norte a sur, de este a oeste, la lucha sigue cueste lo que cueste», que sobre todo se repitieron cuando los manifestantes entraron en la Puerta del Sol. Poco a poco la gente fue llenando la plaza y las calles aledañas y a las 20:30 horas realizaron un «flash mob» denominado «Muerte y resurrección», en el que todos los «indignados» se tiraron al suelo con la boca tapada con el símbolo del euro y del dólar «en representación de las personas que mueren en el mundo, mientras los banqueros se ríen». Una actuación que continuaron con su habitual «grito mudo», que culminó con la Novena Sinfonía de Beethoven. Entre tanta alegría, algunos decidieron escalar un edificio en obras de la plaza para colocar sus pancartas en contra de los banqueros, haciendo caso omiso de los arquitectos, que ya les han repetido varias veces que puede resultar peligroso. El día terminó con una multitudinaria asamblea donde se leyó el «manifiesto global» de la jornada y y se debatieron las acciones que se deberían realizar en el futuro.