Hollywood

«Sturbuck» 533 veces padre

Ken Scott retrata a un donante de semen compulsivo que debe rendir cuentas a su prole 

El protagonista se enfrenta a 142 demandas para averiguar su identidad
El protagonista se enfrenta a 142 demandas para averiguar su identidadlarazon

Valladolid- «Ésta no es una historia autobiográfica», avisa el director, Ken Scott, y miente. No podemos asegurar que, como el protagonista de su película, este realizador se ganara más de 23.000 dólares donando semen por toneladas durante dos años, ni tampoco que tenga desperdigados por el mundo 533 hijos de los cuales 142 han puesto una demanda para conocer su identidad. Pero sí estamos en condiciones de descubrir que es padre de tres hijos y que esta comedia dramática, a pesar del atractivo gancho del donante compulsivo, es un manifiesto, ligero, pero efectivo, sobre el lugar que los padres ahora sí quieren ocupar en la vida de sus hijos: «Probablemente hace diez años no podríamos haber rodado esta película porque los hombres no querían jugar a lo mismo dentro de la familia», observa Scott.

Los límites de la credibilidad
Mostrar la tragicomedia doméstica que supone ser padre era más interesante si se amplificaba el número de descendientes que reclaman atención, de ahí surgió la idea del «masturbador por dinero», pero, como siempre, la realidad escribe secuencias más arriesgadas que los guionistas: «Queríamos que Sturbuck –el seudónimo con el que este hombre realizaba las donaciones– fuera padre de 150 hijos, pero nos parecía que iba a ser poco creíble, a pesar de que era una comedia, donde siempre se pueden forzar los límites». El dilema se resolvió al conocer que había un caso de donante gracias a cuyo semen se habían engendrado más de quinientos hijos. El tema es ciertamente peliagudo, pues, como dicen algunos especialistas, en Norteamérica hay más legislación que regula la venta de un coche de segunda mano que la donación de esperma. «Las personas concebidas a través de este método se consideran ciudadanos de segunda porque son los únicos que no tienen derecho a saber la identidad de su progenitor, pero, por otro lado, si se eliminara la claúsula de confidencialidad, nadie querría ser donante», plantea el director.

 A su protagonista, David (Patrick Huard), un crápula incorregible que no logra pagar ni una de sus facturas, se le viene el mundo encima al saber que su numerosa prole quiere saber quién es, aunque, caso a caso, se le va despertando el instinto paternal. Así, la comedia, que parte de un tono bastante irreverente, se va dulcificando a medida que su protagonista entra en el redil de la familia. Carne de Hollywood, de hecho, Scott ha confirmado que ya se negocia el «remake».

 

La ventaja de los presupuestos pequeños
Ken Scott es un cineasta «made in» Quebec que reivindica el francés como lengua de sus obras. Lo que no impide que viajen, pues ésta ya está vendida a media Europa, y eso que es su segunda película. No niega que mira con cierta envidia los presupuestos de sus vecinos del sur, pero también sabe sacarle partido a las limitaciones: «Tienes que quitar tantas cosas del guión para rodar que es más fácil llegar a lo esencial», dice con cierta sorna.