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Paloma San Basilio: «El personaje de Eliza Doolitle ahora me sale solo»

Ocho años después, «My Fair Lady», uno de los musicales de mayor éxito y con más devotos, vuelve a levantar el telón. Y, de nuevo, su rostro será el de la cantante que lo hizo famoso

Paloma San Basilio: «El personaje de Eliza Doolitle ahora me sale solo»
Paloma San Basilio: «El personaje de Eliza Doolitle ahora me sale solo»larazon

De mugrienta vendedora de flores a perla de la alta sociedad londinense, y todo gracias a una apuesta amoral de un lingüista misántropo y pagado de sí mismo. Los milagros ocurren, al menos si los escribe con pulso genial George Bernard Shaw, y se llaman Eliza Doolitle. Hablamos de «Pigmalion». O sea, de «My Fair Lady». Canciones inolvidables –quien firma se queda con «With a Little Bit of Luck», del original inglés– y un fenómeno escénico, que en España llevó el rostro de Paloma San Basilio y Pepe Sacristán, dirigidos por Jaime Azpilicueta.
Ocho años después –se estrenó en 2001, pero en 2004 seguía en cartel–, la actriz regresa a la misma piel, de nuevo con la batuta de Azpilicueta, pero esta vez junto a Juan Gea. Hoy levanta el telón en Tenerife, donde estará hasta el 8 de julio, y tiene por delante un año de gira: Las Palmas de Gran Canaria, San Sebastián, Bilbao... Así hasta veinte plazas. Y, si todo va bien, quizá Madrid la próxima temporada.

–«My Fair Lady» es un musical de primera y fue un éxito, pero todo regreso tiene siempre un porqué...
–En estos tiempos convulsos y esquizofrénicos que estamos viviendo, sentí que recuperar este personaje era una forma de gratificar a la gente y a mí misma. Es una obra tremendamente vigente, con una enorme modernidad en los personajes y algo muy importante: el espíritu de la capacidad del individuo de superar la situación y mejorarla.

–Parece que admira a Eliza.
–Sí, mucho. Sólo he hecho cuatro personajes, y éste es el que más me gusta, con el que más me identifico, el que más se parece a mí. Cuando lo interpreto es como si tuviera una excusa para ser yo misma y en muchas facetas, porque ella hace un recorrido muy bonito, desde lo más bruto y tosco, lo más inocente también, hasta llegar a la suficiente altura dialéctica para discutirle a Higgins cuáles son los sentimientos y los valores que hay que defender.

–Aunque ella se le parece más al final que al principio. No me dirá que es usted tan tosca, ¿no?
–No, pero yo soy muy gamberra, desde muy niña me encantaba hacer personajes. Luego empecé a dedicarme a la canción, pero me gusta la música como vehículo. Para mí tiene la capacidad de comunicar emociones, personajes e historias. Cuando actúo crezco enormemente, aprendo mucho más y me permite lograr matices y registros.

–Han pasado once años desde que estrenó «My Fair Lady». ¿Será muy diferente esta nueva producción?
–Sí, muchísimo. Lo más interesante es que no vamos a hacer lo mismo; hay cambios en la escenografía, nuevas tecnologías que se incorporan... Es mucho más dinámica y ágil. Han cambiado los tiempos, el lenguaje, y ahora hay otro ritmo en «My Fair Lady». Yo soy la misma pero de otra manera: los años me han enseñado muchas cosas. Cuando me he vuelto a encontrar con el personaje me he sentido muy cómoda: la primera vez estaba más pendiente de los registros, los matices que me marcaba Jaime, porque era mi debut como actriz. Ahora me doy cuenta de que me sale solo.

–¿Cómo recuerda aquellos días, aquella gira?
–Fíjate que en mitad de los ensayos ocurrió el ataque a las Torres Gemelas. El mundo estaba cambiando y nosotros no nos dábamos cuenta: andábamos metidos en algo atemporal, tuvimos la enorme suerte de seguir en ese barco sin que nos afectase demasiado lo que estaba pasando. Recuerdo la enorme emoción y la responsabilidad. Para mí era una aventura inconsciente. Meterme en esa piel, hacer todas las transiciones... La ventaja es que yo cantaba en directo y eso siempre convence mucho. Fue muy emocionante.

–¿Ha seguido viendo la película desde entonces?
–La he visto dos o tres veces entre medias. Es una cinta que no se debe olvidar nunca. La escena de Covent Garden, la de Ascott, no tienen desperdicio; George Cuckor logra un prodigio de buen gusto, talento, de estética, armonía y movimiento. Ellos están impresionantes. Dicen que es el mejor musical de todos los tiempos. Y tiene un libreto espléndido, que es «Pigmalión», un gran texto de Bernard Shaw lleno de picardía y contenido filosófico.

–Le habrán dicho en estos meses que cómo se mete a interpretar a una veinteañera...
–Me lo han dicho una vez. Cuando se estrenó «Pigmalión», la actriz que lo hacía, Campbell, tenía cuarenta y tantos años. No era una jovencita. Lo que pasa es que la gente tiene el cliché de la chica de veintitantos años por la película, pero no es así. Además, es un personaje universal, hay que desmontar ese tabú: si una actriz puede bailar, cantar y convencerte de que es una criatura del pueblo que no ha tenido oportunidades pero quiere mejorar, es una lección para demostrar que a cualquier edad, en cualquier circunstancia, se puede ser lo que uno quiera.

–¿Somos ya capaces de hacer buenos musicales propios en España?
–Creo que se ha perdido el miedo. De pronto, es un gran negocio y todo el mundo quiere hacer musicales. Pero he visto pocos de cuño propio en los últimos años que puedan resistir un examen en las grandes capitales del mundo. Son muy localistas, con hilos conductores muy flojos. Talento hay de sobra, tenemos gente maravillosa. Si se puede hacer «Los miserables», «My Fair Lady» o «El rey León», se puede hacer todo. No hay un musical inglés y otro español: hay buenos y malos. Pero se ha acuñado el término de «musical español», y, para que sea exportable y universal, le falta exigencia.

 

Juan Gea, un Higgins debutante
Veterano en las tablas, Juan Gea (abajo) se enfrenta sin embargo a su primer musical. «Estoy encantado con esta ropa», bromea sobre el traje de tweed del misógino, misántropo y huraño profesor Higgins. «Me siento como un niño con zapatos nuevos: no había actuado nunca en un musical, ni cantado en un escenario. De pronto se te despierta una ilusión nueva, un reto como cuando empezabas». Es todo alabanzas al equipo de Stage Entertainment y a Paloma San Basilio: «Es muy fácil trabajar con ella, está dispuesta a todo, como una chica de 19 años». De Higgins dice que «es fácil caer en el arquetipo, en el tipo estirado. Pero él tiene su mundo, que se ha creado, formado por piezas para sus experimentos. Lo complicado es sacar eso y darle humanidad, que se vean sus puntos flacos». Y asegura que «Higgins toca fondo, renace y hay un proceso de descubrimiento. Es la historia de Pigmalión: se cree que va a enseñar a esta chica y al final el que aprende de verdad es él». Un papel complejo: «Hacer de Higgins es como dar vida al Rey Lear, pero además tienes que saber cantar y bailar».

 

El detalle
EDUCACIÓN POBRE

«La educación es la asignatua pendiente en nuestro país. debe replantearse», opina la actriz, cuento del tema de fondo del musical. «La enseñanza han ido degenerando de unos niveles importantes. las humanidades son importantes para que la gente piense de una manera más rica».