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OPINIÓN / La familia: eje vertebrador de la sociedad
En los últimos años, e inspiradas por corrientes ideológicas totalitarias, se han operado reformas legislativas dirigidas conscientemente a la desconfiguración de la familia como escuela de aprendizaje de valores sociales, como lugar de adquisición de habilidades relacionales. La reforma del Registro Civil, que sustituyó la identificación de las personas del padre y la madre por las expresiones progenitor A y B, se dirigía a reprogramar los lazos de afectividad entre los miembros de la familia.
La mal llamada ley del matrimonio entre homosexuales venía a crear la apariencia de que el matrimonio no era una unión entre personas heterosexuales dotados de capacidad de engendrar hijos y de construir una familia, pretendiendo que la familia dejara de ser la célula básica y estructural de la sociedad. Y por ello, el matrimonio también debía de configurarse como algo que no fuera duradero y estable sobre el que edificar la sociedad, sino que debía convertirse en un contrato que se extinguiera sin causa, por el simple antojo de uno de los contratantes. La ley del divorcio expres se dirige a la destrucción de la estabilidad matrimonial, entregando al hombre a la esclavitud de la vanidad, de la soberbia, del hedonismo y del egoísmo. Y del fracaso matrimonial pasa también, por aprendizaje experimental, a los hijos, causándoles graves trastornos de conducta, y provocándoles el desprecio hacia el matrimonio, la familia, la vida, y a la dignidad del ser humano, sea la propia, o la de otras personas con las que se relacionen.
Las consecuencias son graves. Más de dos millones de divorcios desde que se aprobó dicha ley, y la misma cifra de hijos divorciados en tal situación de riesgo grave. De ahí que resulte ser una urgente necesidad la derogación de dichas medidas y reformas legislativas, devolviendo a la familia el papel estructural y vertebrador de la sociedad que tiene por propia esencia y que nunca debe sustituirse por artificios ideológicos. Pues es en la familia donde el hombre aprende a ser hombre, aprende a relacionarse, y se socializa. Es en la familia donde se experimenta la grandeza de la maternidad y de la paternidad. Es escuela de solidaridad, en la que se comparten los bienes y se ayuda a otros en sus necesidades.
La familia es el lugar en el que el hombre encuentra la razón de vivir. En ella se aprende a dar la propia vida por lo demás. En la familia se crean y fomentan lazos de afectividad. Se aprende a reconocerse en su propia dignidad e identidad.
Es en la familia donde el hombre es amado por sí mismo y no por sus capacidades físicas o intelectuales. Es reconocido como persona humana desde su concepción hasta su muerte natural, y es donde se aprende a proteger la vida.
Carlos Seco
Presidente de la Fecapa
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