El pontificado de Francisco
OPINIÓN: La tragedia de Salavin
¿Qué esperamos radicalmente los cristianos? El perdón de los pecados, la realización de la imagen de Jesucristo en nuestras vidas, llegar, algún día «a la vista de Dios». En definitiva: entrar en la casa del Padre: en ese torbellino de vida, amor y comunicación personal que es la vida trinitaria.
Al que le pareciera demasiada ensoñación tomarse en serio semejante esperanza, o pensara que hay que dar prioridad al cambio de la sociedad, le recordaría el desengaño de un personaje –Salavin– de una novela de Duhamel. Entre sus amigos, de cierta facción política, escucha frases interminables sobre la revolución y el cambio de la sociedad. Él quiere ser santo, pero sus experiencias negativas, tales como su huida cobarde ante un incendio, la pérdida de su mejor amigo, le llevan a plantearse si vale la pena cambiar todo pero seguir siendo un personaje ridículo y perverso. Y pregunta un día a sus conspiradores políticos si su revolución «podrá cambiarle a él; Salavin». El estupor producido por su pregunta le indica el vacío que ha de llenar en sí mismo y en los demás, que no se inquietan por su propia conversión y que, no ya desprecian, pero ni entienden el afán de Salavín por cambiarse a sí mismo mediante la santidad, que es nada menos que lo que Dios se ha propuesto desde la eternidad con su creación personal. Y eso es lo que esperamos – «ser» más que realizar– los creyentes.
Lo cual no supone la minusvaloración de un cambio de nuestro mundo, sino que es más bien el más seguro camino para la consecución de una sociedad mejor.
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