Juan Manuel de Prada
Dios juega al fútbol por Cristina LÓPEZ SCHLICHTING
Paolo Futre, Fernando Hierro, Milinko Pantic, Luis Milla o Fernando Sanz son algunas de las estrellas que jugarán el partido de la JMJ en el Calderón. Me imagino a mi gran-gran-gran-amigo Juan Manuel de Prada arrancándose los pelos. ¡Fútbol en las jornadas con el Papa, fútbol hasta en la sopa! Bromas aparte, ¿qué tienen que ver el deporte y la fe? Actualmente, como se reduce lo religioso a espiritualismo o a moralismo, es difícil relacionar querubines con balones. Hay que ser tan católicos como Chesterton para entenderlo. No es sólo que a Dios «nada de lo humano le resulte ajeno». Es que no hay nada en la realidad universal que no señale a Dios. Una de las cosas más conmovedoras de Karol Wojtyla era su capacidad para transparentar su identidad cristiana tanto en el reclinatorio como en la piragua; en la oración como en el esquí. Su paz y su alegría procedían en todos los casos del Misterio que ha hecho el mundo. Que se materializa en las catedrales, pero también en las montañas. En los cantos y en los ríos. El hombre que juega, que se alegra de sentir su cuerpo sano, que se divierte con los otros, celebra esta belleza universal. Expresa –perdónenme el misticismo– a Cristo. (Cuando me flipo de esta manera, pienso que Paco Marhuenda me echará de este periódico. Ten paciencia, director: tenía necesidad de decir que Dios juega al fútbol. ¡Y que viva el cardenal Rouco por comprenderlo!).
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