Crisis económica
Erecciones en crisis
La situación económica actual y el elevado coste de las pastillas contra la disfunción eréctil llevan a muchos a partirlas para ahorrar. Los expertos advierten de la ineficacia y la falta de seguridad
Que la cosa está «muy mala» y hay que ahorrar como sea. Pero no en la cama, o al menos, no se debe. Coitos, los que uno quiera (o pueda), y si se necesita ayuda para culminarlos, que sea completa. En definitiva, nada de partir la pastilla contra la disfunción eréctil para que dure más la caja. Por muy bajas que sean las pensiones o los sueldos, escatimar resulta, más que un error, inefectivo. Y hay quien lo hace, quien las «raciona» para ahorrarse unos euros. Los expertos lo corroboran. «Algunos pacientes llegan a la consulta y te cuentan que sí, que parten la pastilla por gastarse menos dinero, pero deben saber que así el efecto va a ser menor y no van a obtener los resultados esperados», aclara Juan Carlos Ruiz, director del Instituto Urológico Madrileño.
Por su parte, el andrólogo del Hospital Universitario Gregorio Marañón, José Jara, añade que «al hacer ésto se pierde el contenido necesario recetado por el especialista, porque no tienen una ranura preparada para su partición, como ocurre con otros fármacos, lo que provoca una gran pérdida de su eficacia».
La consecuencia directa para el paciente, además de no lograr la ansiada erección, es el abandono del tratamiento. «Las causas por las que los afectados dejan de tomar las pastillas se deben, en un 25 ciento aproximadamente, al coste económico», añade el andrólogo José Jara.PerfilesAunque parezca una artimaña más propia de hipocondriacos de la cartera más bien maduros, lo cierto es que también los chavales lo prueban por saber cómo funciona. «Hay mucha gente joven que lo toma por este motivo. Más incluso de lo que se piensa. En su caso lo hacen, no tanto porque sufran una patología orgánica –lo que no significa que haya que descartarlas–, sino que se trata más bien de problemas de inseguridad ante un cambio de pareja», señala el director del Instituto Urológico Madrileño.
Volviendo a los que lo toman por necesidad más que por curiosidad, deben tener en cuenta que el que parte y reparte, no siempre se queda con la mejor parte. De hecho, «al dividirla, no se sabe cómo han quedado distribuidos los gramos del fármaco», matiza Eduardo Ávila del Hierro, de la Clínica Ruber de Madrid. A esto hay que sumarle la película que las recubre y que también se pierde, lo que puede provocar alteraciones en la absorción del principio activo. ¿Dónde está la raíz del problema? Los consumidores lo achacan a los elevados precios que ponen los laboratorios (alrededor de los 40 euros). Sin embargo, «es la falta de justicia, porque no están subvencionadas, pese a que es una patología confirmada por la Organización Mundial de la Salud», añade Jara. No obstante, y en vista de las repercusiones que puede acarrear, las compañías farmacéuticas «van ajustando poco a poco el precio. Además, hay en el mercado una variedad de envases, de 5, 10 o 20 miligramos, lo que facilita el ajuste económico en función de las dosis que se requieran» dice Ruiz.Los expertos abogan por una mayor sinceridad de los afectados para evitar cambios innecesarios del tratamiento.
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