Literatura

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Brilla el Lorenzo por Lucas Haurie

La Razón
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Ultimamente, hemos adquirido por aquí el feo vicio de elogiar a José Manuel Lara Bosch, algo que sería del todo normal si no fuera porque es el señor que nos paga las nóminas con puntualidad, en llegando cada 28 de mes. Catalán por los cuatro costados pero andaluz por parte de padre y de esposa, luego español cabal, el tío lo mismo vale para meterle las cabras en el corral a Artur Mas que para mantener la magia del más prestigioso premio literario de España, y cuando lean prestigioso, frótense las yemas de los dedos pulgar e índice. El mérito de Lorenzo Silva no reside en escribir con corrección, algo al alcance de cualquier maruja que acierte con el taller de literatura creativa adecuado, sino en contar historias entretenidas. Su saga de Bevilacqua y Chamorro, cuya séptima entrega se titula «La marca del meridiano» y es la novela premiada, se lee como se bebe un vaso de agua entre los garbanzos y la pringá: del tirón. Aire puro entre tanto letraherido trascendente, tanto historiador sin ganas de investigar, tanto revisionista de la Guerra Civil y tanto coñazo hastiado de la vida sin arrestos para descerrajarse un tiro en la sien, que es lo que hacen los hastiados de la vida que no desean amargársela a sus congéneres. Para colmo, Silva se atrevió con la dictadura de género en «La estrategia del agua», la penúltima aventura de estos dos picoletos sin madera de héroe. Y se acaba de embolsar cien kilos: es mi ídolo.