Francia

El huracán España

Cientos de periodistas de todo el mundo invaden la concentración.

Silva sale del hotel en el que se aloja la selección. Decenas de cámaras buscan una imagen del canario
Silva sale del hotel en el que se aloja la selección. Decenas de cámaras buscan una imagen del canariolarazon

Y de repente, seis partidos después, la apacible concentración de la selección española se transforma en un torbellino como consecuencia del huracán España. Actividad incesante, la vida monacal, un trajín; jugadores desaparecidos, cincuenta cámaras de televisión que graban el movimiento de unos visillos agitados por una corriente de aire. Cuatrocientos periodistas, la cuarta parte españoles, persiguiendo mitos que hasta el jueves, día de descanso tras la segunda victoria histórica ante Alemania, eran sobre todo futbolistas. «Jamás había visto una expectación semejante, ni en la Eurocopa», señala Carlos Marchena, un tipo curtido en mil batallas y látigo en otras tantas guerras.Cuando el futbolista, el entrenador o cualquiera que tenga relación, por mínima que sea, con la concentración no da señales de vida, entonces el periodista español se convierte en flujo de la noticia. Ocurrió en 1988 en Francia, cuando Perico Delgado iba a ganar el Tour. Sucedió con Miguel Indurain en 1991, al empezar a dibujar el pentagrama. Todo lo que les afectaba era de interés universal.

¿De dónde es? ¿Cuándo nació? ¿Hermanos, primos, sobrinos, novia? ¿Por qué es tan alto si es español? ¿Por qué escala tan bien? ¿Por qué contrarrelojea de maravilla si no es francés, italiano o belga? Antes. Ahora, ¿Iniesta tiene novia? Sí. ¿Y Xavi? Tenía. ¿Y por qué es favorita España? Porque, además de que juega bien, es competitiva. De España interesa todo, no sólo de la selección. ¿Cómo lo vive el país? Con euforia; un triunfo con esta crisis no da de comer, pero alimenta el espíritu. Es lo nunca visto. ¿Y aquí, en Potchefstroom?

En el día libre, tranquilidad absoluta. Los jugadores se mezclan con el escaso público que acude al centro comercial más importante de esta ciudad de 100.000 habitantes. Pasan inadvertidos. Nadie les molesta. ¿Y el ambiente entre ellos? Bueno. Los éxitos ocultan las miserias, si las hay, que los fracasos elevan a la superficie para que el ventilador de la mierda las expanda. ¿Es que los del Barça y los del Madrid se llevan bien? Villa, el último barcelonista, y Casillas son muy amigos. Todos congenian. Esto es una piña, el jardín del Edén.La curiosidad, en aumento, por vanas y fútiles que sean las explicaciones. Es que de donde no hay no se puede sacar; la normalidad choca con el frikismo del pulpo Paul o como demonios se llame. Le preguntan a Marchena: ¿Sabe que el pulpo ha dicho –como si hablara– que España gana la final? Marchena, 53 partidos invicto con la selección, sonríe: «Pero si es un pulpo». Ha tenido que salir a la palestra un biólogo para asegurar que estos octópodos carecen de dotes adivinatorias.¿Y qué piensan los jugadores? Que van a ganar; pero no lo dicen, aunque facilitan pistas. Ejemplo, Busquets: «Sneijder es muy bueno; pero también paramos a Özil». Un holandés quiere sacar tajada del partido: ¿Esta selección no tiene la influencia del Barcelona que es de influencia holandesa? «La filosofía del 4-3-3 la instaló Rijkaard y en la selección también la utilizamos. Sólo eso». Parece que el «oranje» quiere ganar la final con uno u otro equipo.¿Están presionados los jugadores? Viven en una burbuja. No sufren más agobio que el que se permiten ellos detrás de una cristalera que les separa de 400 periodistas. «Es nuestra oportunidad», repiten; «el partido de Alemania fue bueno; pero el mejor está por venir» (Busquets). Y es mañana. ¿La alineación? Misterio. ¿Repetirá Del Bosque? Puede que sí, o que no. Hace un cambio, como mucho. No hay que descartar que vuelva Torres porque Villa renace a su lado. Revolución no habrá dentro; la revolución española vive fuera de la concentración.