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Filosofía Berlanguiana por Rita BARBERÁ
Berlanga era una de esas personas a las que todo el mundo quería y admiraba, un grande entre los grandes, un artista genial e inolvidable, y por eso desde el mismo momento en que se ha conocido la noticia del fallecimiento de este valenciano de 89 años han empezado a agolparse recuerdos y vivencias, a correr ríos de tinta, a publicarse en todas las ediciones digitales de todos los medios de comunicación artículos ensalzando la figura de quien nos deja como legado cinematográfico un total de 16 largometrajes, que son otros tantos lúcidos y brillantes análisis de la sociedad española desde una mirada única. Berlanga se nos ha ido pero nos deja lo berlanguiano, como una acepción que lo nombra y define su forma particular, socarrona, esperpéntica y fallera de ver y entender el mundo, porque Luis siempre reivindicó lo fallero, hizo suya esa valenciana y universal forma de abordar las cosas de la vida.
Dejo para otros el análisis exhaustivo de su filmografía, la tarea de destacar si fue «Bienvenido Mister Marshall» o «Plácido», «El verdugo» o «La escopeta nacional», «Calabuch» o «La vaquilla» su mejor título. Ardua y apasionante tarea. Yo, como alcaldesa, quiero destacar su faceta de valenciano universal, su condición de buen y leal amigo y colaborador, su entrañable proximidad a cuanto acontecía en nuestra ciudad, su presencia permanente en el Ayuntamiento de Valencia durante las fiestas falleras, de las que disfrutaba con ilusión de niño grande. Este Hijo Predilecto de una ciudad en la que nació, a la que quiso, en la que siempre encontró inspiración y referencia. Una ciudad de la que tomó prestada su luz mediterránea, con la que logró el milagro de iluminar incluso sus películas en blanco y negro.
Son muchos los momentos que he tenido la oportunidad de vivir junto a Luis García Berlanga y algunos miembros de su familia, pero recuerdo especialmente el homenaje que le rindió la ciudad en la XXX edición de La Mostra, en la que Luis García Berlanga fue la figura central, el destinatario del cariño de todos los valencianos cuando ya se encontraba afectado por la enfermedad y no pudo asistir personalmente a ninguno de los actos organizados para reivindicarlo. Como un tipo siempre cercano e ingenioso, erotómano, fetichista e irresistiblemente atraído por el Imperio Austrohúngaro, sin dejar de ser genuinamente de aquí, aunque si lo hicieron llenos de orgullo, de emoción, a veces también de lágrimas, su mujer María Jesús Manrique y sus hijos. Luis García Berlanga se ha ido, pero además de su cine nos deja un estilo de vida, una voz inconfundible para mirar las cosas, una filosofía propia, la berlanguiana, que tiene mucho que ver con el alma de esta ciudad. Nos deja también ese último deseo de participar, de sumarse a una buena causa, de conseguir estremecernos al ver, ahora que ya no está, esa última colaboración cinematográfica de Berlanga en un anuncio de Médicos del Mundo sobre la necesidad de sensibilizarnos con el dolor ajeno, para aplacarlo, una tarea grande que Luis tantas veces logró con su maravilloso cine, con su extraordinario sentido del humor, con su mirada brillante y divertida a todas las cosas de la vida.
Rita BARBERÁ
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