Crítica de libros
Al fin el agua por Antonio PÉREZ HENARES
Después de todo, al final de nuestros inventos resulta que encontramos ahí, en el principio exacto de la vida, nuestro universal remedio. Estos días de angustia en Japón con las central de Fukushima humeando acabó por resultar que la única solución era el agua, que su falta desataba la catástrofe y que arrojarla sobre el desastre era la única manera de evitarlo. Como cuando otro de nuestros «descubrimientos» presuntamente sometidos, el fuego, se desata. Entonces no queda otra que volver al agua para sujetarlo.
Claro que me dirán que fue la ola inmensa, de 14 metros de altura la culpable. Al fin y al cabo todo es tierra y ha sido ese rugir de la tierra, el terremoto y tsunami quien nos ha vuelto a decir que está muy lejos de ser una sumisa esclava. Pero qué duda cabe que el agua nos es más vital que nada. Nosotros mismos, creo que en cerca de 80 por ciento en realidad sólo somos agua.
Por el agua hemos combatido y matado más que por ninguna otra cosa, más que por el oro, incluso. Por poseerla, por poder salir a ella, por utilizarla. Sin agua no somos nada. Y por ello no estaría de más resolver que si es bien tan preciado lo mejor es que fuera común y de acceso fácil para todos. Esto último resolvería incontables hambrunas en el mundo, desde luego.
Y que en un país, como el nuestro sin ir más lejos, volviéramos a poner las cosas en términos mas razonables y restauráramos el mal «narbónico» que pretendió hacerla tribales cachitos, mejor nos iría a todos. Por ello me alegra esa sentencia de Constitucional sobre el Guadalquivir primero y luego sobre el Duero. Ojalá signifique desandar esa mala andada en la que nos metieron. El agua es todo y ha de ser de todos.
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