Sevilla
Rogelio gloria del Betis por Rafael PERALTA REVUELTA
Subía la marea del río hacia arriba, desde la barca de Coria, con una brisa que olía a huertas de naranjos y a marisma. El Guadalquivir traía recuerdos de quien tantas veces paseó por su orilla, del que tantas tardes de gloria dio vistiendo los colores verdiblancos. El sábado, en el partido que el Betis jugó (y ganó) contra el Español, el equipo del «manque pierda» rindió merecido homenaje a un hijo suyo. A uno de sus predilectos, a Rogelio Sosa. El coriano, el de «la zurda de caoba»; el de los diez goles olímpicos. El jugador que cuando llegaba a la esquina del banderín de córner, ya sabía la afición que era casi medio gol. El de los geniales lanzamientos de falta, a balón parado. El del inigualable «regate de la tostá». El que debutó hace medio siglo en el Real Betis jugando contra el Madrid de Puskas, Gento y Di Stéfano. El que le dio el Trofeo Carranza en el 64 con sus goles magistrales ante el Boca Juniors y la Benfica. Rogelio, el eterno. El mítico. El de la camiseta de las treces rayas con el número 11 a la espalda. El de las diecisiete temporadas consecutivas en el Club de Heliópolis, en el equipo de sus amores. Rogelio, el sabio. Filósofo de la Bética. El que hizo por comerse un huevo duro cuando se lo tiraron, en el campo del Sevilla. El que popularizó aquella frase que decía que «correr es de cobardes». Rogelio, el inmortal. El carismático. El que levantó, a hombros de todos sus compañeros, la histórica Copa del Rey del 77. Por eso, el sábado, el Guadalquivir subió, como su regate, como tantas tardes, desde Coria del Río, para honrar también a Rogelio Sosa Ramírez, Rogelio, gloria por siempre del Real Betis Balompié.
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