Italia
Berlusconi se salva por los tránsfugas
Silvio Berlusconi es un imán: su poder magnético atrae en los momentos críticos a los parlamentarios necesarios para no tener que dejar las riendas del poder.
Ya sea por su riqueza inigualable en Italia o por su enorme influencia en todos los ámbitos de la sociedad, buena parte de la clase política transalpina no es capaz de resistirse a la atracción «berlusconiana» aunque para ello tenga que traicionar a su propio partido.
Ayer el primer ministro volvió a demostrar la potencia de su imán. Partía en situación de desventaja en la moción de censura que se celebró en la Cámara de los Diputados, pero la superó por tres votos, 314 a 311. Antes había pasado holgadamente la votación de confianza en el Senado por 162 «sí» frente a 135 «no».
La corta pero suficiente diferencia para evitar la dimisión de Berlusconi se explica por el cambio de chaqueta de varios diputados que, en teoría, debían cumplir las órdenes de su partido pero que a última hora apoyaron al Gobierno. Se trata de tres parlamentarios que militaban en el centro izquierda y otros tres de Futuro y Libertad para Italia (FLI), la agrupación política fundada por Gianfranco Fini después de que fuera expulsado por Berlusconi del Pueblo de la Libertad (PDL), la formación que ambos crearon y con la que ganaron las últimas elecciones.
La traición de los tres diputados de FLI y el consecuente fracaso de la moción de confianza deja a Fini como el gran perdedor de la jornada. Intentó echarle un pulso a «Il Cavaliere» y presentarse como una alternativa atractiva en el centro derecha, pero ha sido derrotado. Se queda con un mini partido fracturado y con la certeza de que el primer ministro, con su imán, ha vuelto a robarle alguno de sus mejores coroneles, como ha ocurrido en diversas ocasiones en los quince años que los dos mandatarios han recorrido de la mano. Vuelven a arreciar las voces que piden su dimisión de la presidencia de la Cámara de los Diputados, algo que rechaza Fini, quien advierte además de que la victoria de Silvio Berlusconi es «numérica, no política». «Il Cavaliere» le respondió subrayando que su éxito sí que era «político» y asegurando que nunca más pactará con él.
Los diputados traidores fueron recibidos por el primer ministro en su despacho, donde supo agradecerles que hubiesen salvado al Gobierno. Hubo quien recordó que uno de ellos, cuando los hombres del PDL le tantearon por primera vez, dijo que le pagarían los 150.000 euros que debía de hipoteca, mientras que algún comentarista afirmó que uno de los tránsfugas ya había conseguido la financiación para la reforma de su vivienda. Para evitar los insultos y reproches a los chaqueteros de parte de sus antiguos compañeros, varios diputados del PDL se encargaron de escoltarles hasta el despacho de Berlusconi.
Como ocurre siempre en el hemiciclo italiano en los momentos de gran tensión, el resultado de la votación provocó un acalorado enfrentamiento entre sus señorías. A punto estuvieron de llegar a las manos los parlamentarios de FLI y de la Liga Norte, aliados hasta hace pocos meses pero hoy enemigos acérrimos. Fini, como presidente de la Cámara Baja, intentaba digerir la derrota mientras instaba sin éxito a sus hombres a que cesasen en el triste espectáculo que estaban dando.
La tensión vivida en el Parlamento se extendió pronto a las calles. Roma amaneció con la amenaza de seis manifestaciones diferentes, que transcurrieron de forma pacífica hasta que se supo que Berlusconi seguía en el poder tras superar la moción de censura. La capital vivió escenas olvidadas, propias de los Años de Plomo, con quema de vehículos y lanzamiento de gases lacrimógenos y artefactos explosivos entre la Policía y los manifestantes. En los enfrentamientos resultaron heridas al menos 90 personas y fueron detenidas varias decenas de radicales. Además acabó devastada por las llamas una furgoneta de las Fuerzas de Seguridad y media docena de automóviles. Defensa confirmó que 50 agentes habían resultado heridos.
Los choques más violentos tuvieron lugar en la zona más céntrica y turística de Roma, como Vía del Corso, Piazza del Popolo o los alrededores de Piazza Navona. El objetivo de los manifestantes era romper el cordón de seguridad para acceder al Senado, a la Cámara de los Diputados y al Palacio Grazioli, la residencia romana de Berlusconi. También se registraron incidentes en otras ciudades italianas.
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