Cataluña
Los radicales destrozan Barcelona en una violenta jornada de huelga
La ciudad amanecía con los piquetes organizados por todas las esquinas de la ciudad. A la hora señalada, comenzó la liturgia acostumbrada. Los piquetes se desplazaban hacia el centro de la ciudad repartiendo octavillas e invitando a los comercios a cerrar
Nada hacía sospechar que Barcelona iba a presenciar una auténtica batalla campal pocas horas después. El aspecto de la ciudad se asemejaba más que al de una jornada de huelga, al de un sábado cualquiera: poca gente y poco tráfico.
La confluencia de paseo de Gràcia con Diagonal era uno de los puntos escogidos por los sindicatos para agrupar piquetes y desfilar hacia el centro de la ciudad. Sin embargo, los huelguistas se vieron sorprendidos por un grupo de radicales antisistema ataviados de negro que portaban sus propios estandartes. A su paso, los comerciantes, asustados, cerraban puertas.
En la plaza Catalunya, les esperaban sus correligionarios parapetados en la antigua sede de Banesto, que «okuparon» el pasado sábado. La concentración se desplazó a la vecina plaza Universitat, cuyos accesos estaban cercados por furgones policiales. Camuflados entre el gentío, un grupúsculo de encapuchados se dirigió a uno de los extremos de la plaza. Lanzaron piedras y botellas mientras le prendían fuego a un coche de la Guardia Urbana. Los Mossos d'Esquadra cargaron de inmediato con porras y pelotas de goma; y el caos se adueñó de la plaza. Las carreras y persecuciones se sucedieron a continuación. Incluso las unidades móviles de varios canales de televisión fueron apedreadas. Los furgones policiales aparecían por todas las esquinas e intentaban sortear las improvisadas barricadas de mobiliario urbano.
Poco a poco, la acción fue trasladándose de nuevo a la plaza Catalunya, a los aledaños del edificio «okupado», donde se refugiaron los antisistema. Dos horas después, hacia las cinco de la tarde, los Mossos consiguieron desalojarlo.
La estampa de la plaza Catalunya y sus alrededores era desalentadora: contenedores volcados, restos de basura y cristales esparcidos por el suelo, y un incesante olor a goma quemada. Pero sólo era el primer acto.
Los radicales tardaron poco en desatar de nuevo su agresividad contra la ciudad. Empezaron prendiendo fuego a contenedores de basura en paseo de Gràcia para emprenderla luego a pedraras contra el escaparate de la tienda de Levis, situada en la confluencia de Gran Vía con paseo de Gràcia. Y lograron romper el cristal y saquear el local sin que los Mossos aparecieran. Una decena de personas se quedaron atrapadas en sus coches en la rotonda y observaron atónitos el asalto al establecimiento por los encapuchados. Los Mossos intentaron dispersar a los antisistema con más cargas. Y es que la manifestación convocado por los sindicatos avanzaba a buen ritmo por paseo de Gràcia, a pocos metros. El encuentro entre los manifestantes y los antisistema se produjo pasadas las 18.30 horas. Pero la batalla campal seguía por Pau Claris. Contendores, macetas, basuras, todo ardía estratégicamente colocado en el arcén y sin control. Los furgones de los Mossos d'Esquadra avanzaban pero los radicales llevaron la delantera. Actuaron organizados para destrozar todo lo que hubiese a su paso.
El centro de Barcelona se llenó de humo. Los antisistema se amotinaron ante la Catedral. Los turistas, atónitos, huían mientras unos rompían adoquines para hacerse con piedras que lanzar a los Mossos y otros levantaban barricadas con vallas y macetas. La policía dispersó a la multitud enfrentándose a ella por detrás, por la calle dels Arcs y Ciutat Vella se convirtío en una ratonera de agresividad desenfrenada.
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