Bruselas

El fin del calvario de Van der Weyden

Algunos expertos llegaron a dar por perdida la pintura «El calvario» del maestro holandés, que será restaurada con las útlimas tecnologías por el Museo del Prado. La pieza, que se conserva en en El Escorial desde que llegó a España, presenta daños graves pero son recuperables.

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El tiempo «aprisiona las emociones». Las hace palidecer, difumina los volúmenes, resquebraja las superficies. Este es el análisis que hacen los conservadores del Museo del Prado sobre el estado de una obra de arte aunque se podría aplicar a muchas cosas de la vida, pero en este caso es «El calvario» que pintó Roger van der Weyden en torno a 1460.Su pintura, que fue definida ayer por Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, como «una maestro de las emociones» había llegado a darse por perdida debido a la degradación de los pigmentos y las torpes restauraciones sucesivas, según alertaron algunos expertos de mediados del siglo XX. De las tres grandes obras que el maestro pintó, dos de ellas están en España. Además de «El calvario», «El descendimiento» se expone en el Prado.

Zugaza destacó la importancia de los maestros flamencos y de la «apabullante colección» que se conserva en España. «La fama de la escuela holandesa del los siglos XV y XVI no es tan apreciada en nuestro país como en el extranjero», comentó. Van der Weyden fue, junto a Jan van Eyck, el maestro más importante de la pintura flamenca en el siglo XV. «Son obras de capital importancia y las instituciones implicadas en la restauración compartimos el entusiasmo por sacar esta obra de su enclaustramiento secular entre los muros de este monasterio, con el propósito de devolverlo en mejor estado y reivindicarlo como una de las joyas del patrimonio español y mundial», añadió Zugaza.

Debido a la importancia de la obra, su gran tamaño y la complejidad de las técnicas que serán necesarias para su restauración, tres instituciones firmaron un convenio ayer en El Escorial, la «casa» durante siglos de «El calvario. Patrimonio Nacional, el Museo del Prado y la Fundación Iberdrola, en calidad de patrocinador, tratarán de devolver al cuadro su esplendor.

Una obra de gran tamaño
Carmen García Frías, conservadora de pintura de Patrimonio Nacional, destacó los valores perdidos de la pieza, como la composición y la «precisión escultórica» de los volúmenes, las telas y las figuras. «Es un tamaño inusual (244 x 193 cm) en la carrera del artista, y eso nos lleva a pensar que es una obra muy personal», dijo la experta, que añadió que es una de las más documentadas de su factura. El periplo de la pieza comenzó sobre 1460, cuatro años antes de la muerte de Van der Weyden, cuando fue pintada para la Cartuja de Scheut, cercana a Bruselas, y vendida y trasladada quince años después a España, aunque se desconoce si el comprador fue María de Hungría, hermana de Carlos V, o el mismo rey Felipe II, su sobrino. De cualquier manera, la pieza nunca más salió del país.

«El calvario» no es un lienzo, sino un cuadro sobre tabla compuesto por trece paneles de roble superpuestos en horizontal, sobre los que se asienta la preparación y la capa pictórica. Su situación es altamente inestable, porque el peso de cada tabla recae sobre la inferior, por lo que se generan tensiones que han provocado deformaciones y grietas visibles. Entre los sucesivos avatares que ha sufrido en estos cinco siglos, hay cambios de ubicación en el monasterio, un traslado forzoso a Madrid por la invasión napoleónica, y sucesivos repintes (alguno bastante burdo) que han estado a punto de malograrlo para siempre. La superficie presenta una gran grieta horizontal entre las tablas, y numerosos desgastes, pérdidas, repintes con pigmentos que han terminado por azularse con el tiempo. Pero la intervención humana que más ha afectado a este «Calvario» es la colocación, por la parte posterior, de un bastidor de madera que sujetase las tablas hasta hacerlas planas. El original tenía cierta curvatura, en forma de teja, que, al tratarse de corregir con esta estructura y unos cierres metálicos, estaban, en realidad, martirizándola.

Técnicas pioneras
Por todo esto, algunos expertos y comentaristas, dejándose llevar por fotografías, terminaron por calificar de «perdido» el original. «Pero está en relativas buenas condiciones», dijo García Frías. «Está mucho menos dañado de lo que se ha dicho, y algunos de los repintes más escandalosos ya habían sido retirados tras la Guerra Civil, cuando Jerónimo Seisdedos restauró la pieza en el Prado. Enrique Quintana, jefe del taller de restauradores del Museo, remarcó que, debido a la falta de materiales de calidad, la pintura ha sufrido desperfectos. La tarea de restauración no será sencilla. «Tendrá que dársele la misma importancia al soporte que a la pintura, porque la rigidez del chasis no permiten el movimiento natural de la madera», explicó el conservador, que hablaba de la obra de arte como un todo orgánico. Quintana explicó los pasos a seguir, que incluyen retirar el marco, el soporte de retícula, unas toscas bandas de telas pegadas a la parte trasera.

Después habrá que encolar las tablas a un soporte adecuado, materia en que el Prado es líder mundial. Con el precedente de la restauración del «Adán y Eva» de Durero, se utilizó por primera vez un bastidor flexible que se sostiene con muelles y permite el movimiento natural de la madera. «Es una técnica desarrollada por un ingeniero ruso pero que ya se comercializa en Estados Unidos. Pero la primera vez en la historia se utilizó en el Prado. No existe otro taller en el mundo como el del Prado para el tratamiento de soportes», señaló Quintana.

Después, llegará el turno de María Antonia López Asiaín, otra de las expertas del museo con 25 años de experiencia, quien tendrá la responsabilidad de limpiar y retocar las formas. «Necesitamos que el volumen vuelva a aflorar. Su labor será recuperar la vida y la comunicación de las figuras que pintó Van der Weyden, que salen del cuadro y buscan al espectador. Pero hay que quitar el barniz, la suciedad, y todo lo que aprisiona la obra», dijo el conservador. Después de los dos años que durarán los trabajos, «El calvario» será expuesto en el Prado junto a «El descendimiento», para, luego, volver a su sitio desde hace tanto tiempo, en el Monasterio de El Escorial.

El detalle. Un doble martirio
Los desperfectos que ha sufrido el cuadro se deben a intervenciones desafortunadas por ambos lados. Lo primero será retirar la estructura de retícula posterior, los puentes metálicos que se aprecian en la imagen, y los parches de tela, cuya función es mantener unidas las tablas, pero que, al acumular humedad, perjudican la pintura. Los conservadores deberán devolver el movimiento a la madera antes de eliminar óleos, barnices y suciedad del lado de la escena. El Prado es líder mundial en la materia y aplicará técnicas de laboratorio como macro- fotografías, reflectografías infrarrojas, radiografías o análisis estratigráficos.

Maestros en la enfermería
La llegada de «El calvario» a los talleres de restauración del Prado es una apuesta segura. Allí se encontrará con una obra desconocida de Brueghel «El viejo», «El vino en la fiesta de San Martín» (en la imagen de la derecha), que el Ministerio de Cultura adquirió el año pasado después de un estudio de atribución de la pieza, de grandes dimensiones, y con daños notables en la superficie. El taller del Museo cuenta con experimentados restauradores de fama mundial como José de la Fuente, por cuyas manos han pasado desde el «Adán y Eva» de Durero, a «Las tres gracias» de Rubens, y el propio «Descendimiento», también de Van der Weyden. Al conjunto de Durero le sucedía un problema similar al de «El calvario»: los travesaños que estiraban el lienzo habían provocado grietas, pero en este caso la complejidad es más grande, porque las tablas son de mayor tamaño y mucho más pesadas, pero la técnica y el instrumental ya los conocen en el quirófano de El Prado.