Portugal

Otro ajuste en el horizonte

La Razón
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Lejos de calmar la ansiedad de los mercados, el rescate de Irlanda parece haber extendido el temor a un efecto contagio de las economías de Portugal y España, las más vulnerables por las dudas sobre el alcance de las reformas en marcha. El comportamiento de los inversores revela una realidad peligrosa como es la desconfianza hacia nuestro país. Ese estado de prevención se tradujo ayer en que la prima de riesgo por invertir en bonos españoles a 10 años marcó un nuevo histórico al situarse a media tarde en 234,7 puntos básicos, por encima de los niveles registrados el pasado 17 de junio, antes de que se publicaran los test de solvencia de la banca. El Tesoro pagó hasta un 90% más por colocar su deuda en una subasta cuya recaudación quedó en la parte baja del objetivo previsto. La tensión afectó también al mercado de seguros de riesgo de impago, que registró máximos históricos, mientras el Ibex caía por encima del 3%. Pagamos demasiados intereses como para pasarlo por alto o relativizar el estado de ánimo que denotan esas respuestas de los inversores.

El Gobierno se equivocará de nuevo, como lo ha venido haciendo a lo largo de la crisis, si interpreta sesgadamente esos síntomas conforme a sus intereses, y se mantiene aferrado a los primeros ajustes impuestos por Europa a la espera de que la tormenta escampe. Debería tomar la iniciativa antes de que le atropelle ese clima de desconfianza sobre España que ha prendido con fuerza.

Aunque es verdad que puede existir una cierta sobrerreacción de los mercados, no lo es menos que la política económica del Gobierno no ha logrado generar la credibilidad necesaria, entre otras razones, por la falta de resultados y la ausencia de un horizonte de recuperación. No hay brotes verdes con que convencer a los mercados de nuestra solvencia. La reducción del déficit público es fruto de la subida del IVA que no de la actividad económica.

Así parece inevitable y urgente que el Gobierno acometa un nuevo ajuste con un intenso paquete de reformas con el propósito no sólo de estimular la actividad y frenar la deriva depresiva actual, sino ganar el crédito internacional necesario para que la presión de los mercados nos permita respirar. El gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, recomendó ayer al Ejecutivo que esté preparado para tomar esas medidas, porque existen riesgos en la consolidación fiscal y el contagio de Irlanda es un hecho. Es urgente enviar mensajes contundentes a los inversores y a nuestros socios y ello sólo es posible con nuevos recortes del gasto público y una austeridad real de todas las administraciones, y no ficticia, que impida, por ejemplo, la contratación masiva de empleados públicos para maquillar las cifras del desempleo o una supuesta agenda social como reclamo electoral socialista con cargo a las exánimes arcas públicas. La reforma de las pensiones, actuaciones en el mercado laboral, el control del déficit de las autonomías, reformas fiscales para incentivar la actividad y el consumo, entre otras, resultan imprescindibles, porque se necesita sanear las cuentas y crecer.

A la desconfianza se suma además la falta de liderazgo político de un Gobierno sin pulso. Y ésa es tan mala noticia como la primera para nuestra economía.