Italia

y el nacimiento de un héroe

y el nacimiento de un héroe
y el nacimiento de un héroelarazon

Roma- Italia está necesitada de héroes. Después de que Francesco Schettino, el comandante del «Costa Concordia», se convirtiera con su irresponsable comportamiento en el paradigma de todos los males que sufre el país, la conversación que mantuvo con Gregorio De Falco, de la capitanía marítima de Livorno, ha convertido a este último en el redentor de estos mismos problemas. Aunque De Falco se limitó a hacer su trabajo, el tono perentorio con el que criticaba la negligencia de Schettino y le exigía que volviese al barco ha hecho de él un ídolo para muchos.
Es tal la fascinación que levanta que la frase más impactante de su diálogo con el comandante del «Costa Concordia» – «¡Vuelva a bordo, joder!»–, se puede encontrar ya en camisetas a la venta por internet. También ha tenido un enorme éxito en las redes sociales y en las conversaciones de café entre los italianos.

De Falco, de 48 años, no quiere la etiqueta de héroe. «Jesús, ¿qué hecho yo de extraordinario? Me limité a hacer mi deber. Eso es lo que hubiese hecho cualquier otro en mi lugar aquella noche», afirma. «¿Les puedo pedir un favor? Olvídense de mí. Dejen de hablar de mí. Yo no soy un héroe», les dice a los periodistas cuando le llaman, añadiendo que los verdaderos héroes son los hombres de su equipo. «Mi segundo intuyó todo. Vio un punto verde en el monitor y me dijo que pasaba algo, pues el barco iba demasiado despacio. Él me dijo que llamásemos al ‘Costa Concordia', pues pensaba que había un problema». También pide De Falco que se hable del piloto del helicóptero de salvamento y de todos los hombres y mujeres que están dejándose la piel en las operaciones de rescate que ayer se vieron de nuevo suspendidas por los movimientos del buque.

El nuevo héroe de Italia, como tantas otras personas implicadas en el salvamento del «Costa Concordia», afirma que no duerme desde el viernes pasado, cuando se produjo el incidente. Según sus colaboradores, De Falco lloró aquella noche cuando se dio cuenta que la estulticia de Schettino le iba a costar la vida a un buen número de personas. «Es verdad que lloro, a veces me pasa. No creo que sea una debilidad. La humanidad no es una debilidad», le decía al «Corriere della Sera» este hombre de mar admirado y querido por sus subalternos.